ArtÃculo publicado el domingo, 24 de julio de 2016, en ElPeriódico.com.

Me estoy quedando sin cobertura. Y ojo que no hablo de mi móvil, que ya hace tiempo que funciona mucho mejor que yo. Me refiero a mi actitud, mis ganas y mi predisposición a estas alturas del año. Debe de ser por eso de que dejamos de trabajar para Hacienda, no sé, pero lo cierto es que las vacaciones de verano siempre me pillan como a Kate Moss: con una rayita. Badúm pshh. Sin embargo, en mi caso esa rayita es de baterÃa y, sobre todo, de cobertura.
Por estas épocas, poco a poco, voy notando que cada vez escucho menos. Los susurros se vuelven gritos y las cotidianidad me da aún más pereza que de costumbre, que ya es decir. Dirás que es el calor que nos aplatana, pero ya no. Porque me ocurre lo mismo aunque me tire horas bajo el chorro del aire acondicionado, sigo recibiendo cada vez peor. Y que conste que no es un proceso inducido ni consciente, ni mucho menos, es algo que me pasa todos los años muy a pesar de mi voluntad.
También siento que emito peor que de costumbre. Lo que tengo en mi cabeza y lo que acaba saliendo por mi boca se parecen lo mismo que los discursos de Melania y Michelle, bueno, igual no tanto, vale me he pasado. Pero sà creo que cada vez estoy menos interesado en ser bien recibido, entendido, decodificado por los demás. Yo lo suelto y una vez está fuera me dedico a explorar qué tal se desenvuelve el mensaje por sà mismo en el exterior, como quien examina su pañuelo después de sonarse, dispuesto a llevarse una desagradable sorpresa que sin embargo sabe que le encantará contemplar. También es posible que todo sea sólo cosa de la edad. No sé.
Lo que sà sé es que al mismo tiempo, se produce en mi cabeza una desconexión en cÃrculos concéntricos, de fuera a dentro, de más a menos prescindibles en mi vida. Es un proceso de degradación social que también forma parte de esta crisálida del cerebro a la que llamamos agosto.
Suelo empezar por los contactos con los que no he hablado en el último año. Son el trastero de las relaciones sociales. Esa parte del fondo de armario que ya jamás te pondrás. Son las personas que de pronto se vuelven cada vez más borrosas. Y algún dÃa los descubres en tu agenda de teléfonos y en algún caso hasta te preguntas quién es esa persona que algún dÃa te hizo almacenar su contacto. Y de pronto me doy cuenta de que no lo utilicé jamás. Ni ellos tampoco el mÃo, claro.
Después empiezo a disparar balones fuera con una habilidad que ni Sergio Ramos en sus mejores tiempos. Badúm repsssh. De pronto, mi agenda se vuelve impermeable a todo tipo de compromisos, reuniones y otras fiestas de guardar. Y el proceso desde este punto se vuelve imparable e irreversible.
Continúo por las personas con las que trato dÃa a dÃa. Personajes secundarios en mi rutina diaria que, como todos los secundarios, son cada vez más protagonistas, más visibles, pues empiezan a actuar como si supieran que cuando vuelvan de vacaciones, ahà estarás.
A continuación empiezo a reconectarme con las personas más importantes de mi vida de una manera que no he podido el resto del año. Es por eso, supongo, que hay más divorcios cada verano. Porque uno se ve obligado a concederle horas a quien se supone que le importa de verdad. Y ahà se dan cuenta muchos de lo poco que les importan sus allegados. O simplemente, de lo equivocados que están. En mi caso, pasar más tiempo con la gente que quiero es lo más próximo que existe a eso que algunos llaman felicidad. Y regalándoles lo más preciado que tengo, mi tiempo y mi rutina, es mi manera de intentárselo demostrar.
Por último, llega el momento de desconectar de mà mismo. Es la desconexión más difÃcil, pero la más importante también. Dejar de hacer lo que hacÃa, de hablar de lo que hablaba, de pensar en lo que pensaba y de sentir lo que sentÃa. Quitarse todo ese ropaje y ponerlo a lavar, secar y centrifugar, y ver qué es lo que se ha estropeado, lo que se me ha quedado grande o pequeño y lo que definitivamente, hay que ir pensando en renovar. Tomarse distancia y verse como en un sueño, desde otro punto de vista pero sabiendo que seguirás siendo tú en tercera persona, hasta que decidas volverte a despertar.
Me estoy quedando sin cobertura y lo noto incluso como responsable de esta columna que sabe que —con suerte— hasta el mes de septiembre no volverá.
No sé si me r-c-b-s bien. Hol-? M— es——————?
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El mundo se va a la mierda. No, no lo digo yo. Lo dicen los informativos y eso que llamamos noticias, por no llamarlas teledesgracias, que aunque suena peor, igual venderÃan más. Es Bagdad, es Niza, es Ankara, es Alemania. Es la UE, que habrá que empezar a venderla sin UK, como quien le quita los aditivos a un yogur. Es la polÃtica exterior de la UE. Es celebrar que siga en el poder alguien como Erdogan. Pero es que es Siria. Es Al Asad. Es Lesbos. Es Malawi. Es Zaatari. Es ISIS. Es Al Qaeda. Es Boko Haram. Pero es que también es Orlando, es Baton Rouge, es Trump. Michelle Trump. Es que será cualquier otro entre que escribo estas lÃneas y salen publicadas. Es que no nos da tiempo ni de enterrar a los muertos ni de curar a los heridos, que ya se está liando en cualquier otro punto del planeta.





«Aún no ha llegado el 26J y aquà hay uno que puede presumir de votos. Pero ojo que no son de los que caben en una urna, no. A esos se los lleva el viento de los pactos postelectorales, y si no, al tiempo, ya verás. Me refiero a los votos que me ha hecho jurar la vida. Los que he aprendido a fuerza de despedirme. Son los votos con los que trabajo y con los que quiero, también. Por eso amo lo que hago y por eso hago el amor siempre que puedo y me dejan, claro está.

«Las pasas no son frutos secos. Lo siento, pero no. Basta ya de llamarles asÃ. Un fruto seco que no cruje no es un fruto seco. Lo será en su definición, lo será en el diccionario, por eso los diccionarios no se comen, pero las palabras sÃ.






«Esta es la última lección que recibo. Esta es la última que permito que me den. Karl Popper ha vuelto reencarnado en recaudador, y el falsacionismo es aplicable hoy a la honorabilidad y honradez de cualquier conciudadano. A la legalidad le están sacando los colores los mismos que no hace mucho impartÃan clases de patriotismo. Y sin embargo, a menudo nos olvidamos de los que les ofrecieron con sus servicios esa posibilidad tan legal como inmoral. Por eso hoy retrocedo 26 siglos para recuperar un juramento al que basta con cambiarle las palabras médico por asesor, enfermo por contribuyente, veneno por evasión y medicina por fiscalidad.


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