El lunes, 11 de mayo de 2015, a partir de las 12:00 en ATRESPLAYER.
El próximo lunes tendrá lugar la rueda de prensa de la presentación del nuevo programa de Risto Mejide, «Al Rincón de Pensar», que se estrenará muy pronto.
Os invitamos a ver la rueda de prensa en directo, a las 12:00, donde Risto Mejide, director y presentador del programa, nos contará todos los detalles sobre «Al Rincón de Pensar».
¿Quieres recibir artículos como éste en tu buzón de e-mail? Suscríbete a ristomejide.com.
Artículo publicado el domingo, 18 de Enero de 2015 en ElPeriódico.com.
Il·lustració de Leonard Beard
«Excelentísimos artistas, ilustrísimos amigos, señoras y señores, autoridades…
Querido Julio,
Te estarás preguntando por qué papá te ha traído a este sitio. Qué hacemos aquí rodeados de tanta gente importante. Y sobre todo, cuándo te voy a dar las chuches que te he prometido si te portas bien.
Hoy es un día grande por muchos motivos. Tal día como hoy nació el señor que inventó la máquina de vapor, James Watt, así como escritores y artistas de la talla de Edgar Allan Poe, Paul Cézanne, Janis Joplin, Robert Palmer o Dolly Parton. También hoy algunos países celebran el día del cervecero, otro tipo de artista sin el cual no habrían existido muchos de los primeros. Pero a ti todo eso dudo que aún te importe mucho.
Supongo que en algún momento te preguntarás por qué han elegido a papá para hablar aquí. No sé, eso tendrías que preguntárselo a ellos, pero sólo espero que no sea porque piensan que soy un experto, ni en ópera ni en ninguna otra cosa, o alguien que vaya a arrastrar multitudes, más que nada porque a mí no se me sigue, a mí más bien se me persigue.
Da igual. Ya no hay tiempo de encontrarme sustituto. Además, si estamos aquí, no es por nada de todo eso. Si estamos aquí es para celebrar la quincuagésimo segunda edición del Concurso Internacional de Canto Francesc Viñas. O dicho de otro modo, si estamos aquí es para celebrar, durante más de medio siglo, el triunfo de La Voz.
Para los de tu generación, seguramente, La Voz no pase de ser el último concurso televisivo antes de que Melendi se hiciera la permanente. Puro divertimento. Entretenimiento para el prime-time. Pero La Voz es mucho más que eso. Mucho más.
Curiosamente, La Voz es lo único que no nos ha llegado de la mayoría de los personajes que han construido nuestra manera de ver el mundo. Nos han llegado sus vidas, sus pensamientos, sus conquistas, hasta sus devaneos amorosos y más personales. Pero nadie sabe cómo era la voz de Jesucristo. O la de Buda. O la de Aristóteles. O la de Leonardo da Vinci. Y no sé por qué, pero no me imagino al sanguinario Atila, rey de los hunos, conocido en Occidente como El Azote de Dios, con voz de pito. O al general Aníbal Barca cruzando los Alpes a lomos de sus fornidos elefantes, para matar romanos con su voz dulce y aterciopelada.
La voz es muy importante. Es tan importante, que es lo primero que te llegó a ti antes incluso de que llegaras tú. Cuando eras todavía algo que crecía dentro de mamá, lo primero que fuiste capaz de reconocer fue la voz… de papá. Que conste que no me apunto el tanto yo, lo dice un tal Tomás de Andrés, del departamento de Psicología del desarrollo y de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid, y cito: «el tono más grave de la voz del hombre es capaz de atravesar la barrera placentaria y llegar hasta el feto. Por este motivo, al nacer, el bebé distingue con más facilidad la voz de su padre que la de su madre”. Es el único momento en el que nos adelantamos a ellas. A partir de ahí, vamos siempre por detrás.
Ya irás descubriendo que a tu padre, como a cualquier publicista, le gustan mucho los aforismos, porque es una buena forma de parapetarse tras el pensamiento de otro que normalmente sabe mucho más que tú. Por eso, no paré hasta que encontré otra sorprendente cita al respecto: “Las mujeres no quieren escuchar lo que piensas. Las mujeres quieren escuchar lo que ellas piensan… con una voz más grave.” pero claro, después supe que era de Bill Cosby y lo entendí todo, decidí que quizás era mejor no utilizarla en estos momentos y menos aún en este pregón.
A lo que iba. La voz. La voz es también eso que estrenaste el día que naciste. Es nuestra primera demostración de vida, nuestro primer canto a la libertad. Berreamos para hacernos un lugar en el mundo. Anunciamos nuestra llegada con lo más propio que tenemos. Inhalamos la primera gota de oxígeno que entra en nuestros pulmones y la transformamos en poderosa llamada de atención. Es nuestro primer spot publicitario. Nuestra primera inspiración. Nuestro primer mensaje comercial.
Y digo comercial, porque a partir de ese momento descubrimos enseguida el mecanismo acción-reacción. O como decimos en marketing, problema-solución. Que quien no llora no mama. Y que el que algo quiere, algo le cuesta. Es nuestra primera herramienta, nuestro canal generalista de comunicación con el mundo. Existen apps de móvil que aseguran que son capaces de traducir el llanto de un bebé. Pero que no te engañen, NADA como la mirada atenta de una madre. Y como mirada suplente de segunda B, la de un padre.
Bueno, pues a partir de ahí, todo es evolucionar. Que es lo mismo que decir que a partir de ahí todo se complica.
Porque pronto verás que la voz no se queda en una simple vibración de las cuerdas vocales inferiores. En algún momento, la voz te empezará a cambiar. Y no sólo en ámbito. No sólo en afinación. Sino también en colocación.
Pronto descubrirás una voz interior. Es una voz callada. Sigilosa. Susurrante. Aparentemente inocua. Pero fundamental. Es la voz que aparecerá cuando no estés haciendo lo correcto. Es la voz que te dará consejos sin pedirte nada a cambio. Sin motivo aparente. Por eso has de escucharla. Porque te lo dice por tu propio interés. Por eso, y porque es la única voz que te hará triunfar de verdad. El éxito consiste en aprender cuándo hacerle caso y cuándo no.
Algunos la llaman conciencia. Otros, intuición. El señor que diseñó la tablet con la que tú juegas dijo una vez: “Jamás dejes que el ruido de los demás apague tu voz interior. Y lo más importante, ten el coraje de seguir tu corazón y tu instinto.” Otro genio llamado Vincent Van Gogh mantuvo toda su vida una competición con ella: “Si escuchas una voz dentro de ti que dice ‘no sabes pintar’, entonces debes pintar por todos los medios, y verás como esa voz acaba siendo silenciada”. Pero fíjate, ya sea para seguirla, como para acallarla, jamás dejes de tenerla en cuenta. Jamás.
Esa voz es un ser vivo. Y como todos los seres vivos, necesita alimentación. ¿Que de qué se alimenta? Pues de otras voces. Por eso has de nutrirla bien, procurarle una dieta equilibrada. Que se enriquezca bien. De las voces de un lado y de las del otro. De los que están en contra y de los que están a favor. De los de aquí y de los de allá. De las mezzos y de los tenores. De los muertos y de los vivos. De los que hablan tu idioma y de los que no. Porque sólo así crecerá tu voz sana y fuerte. Y porque quien conoce una versión, en realidad no conoce ni media.
Cuando lleves unos años en el mundo, quizás más de los que desees, empezarás a descubrir tu voz propia. Y ojo que ésta no tiene nada que ver con la que te sale de la laringe. Con ésta no se nace. Con ésta se lucha. Se influye. Se cambian las cosas. O se intentan cambiar. Por eso hace falta cierto tiempo sobre el planeta. Para ver lo que funciona y lo que no. Para ganarse el respeto ajeno, que no es otra cosa que el turno de palabra vital. Y para darse cuenta de que la única forma de ganarse la herencia recibida de manos de las generaciones pasadas es mejorar la que se entrega a las futuras.
Lo notarás enseguida, será cuando te llamen idealista, utópico o incluso traidor. “Prefiero quedarme sin estado que sin voz.” dijo un tal Edward Snowden. Y ahí está.
Tú tira, no hagas ni caso, sigue adelante, lo cual no significa que no escuches. Como dijo desde este mismo atril Eduardo Mendoza, se hace difícil dar un pregón de este tipo sin citar a Shakespeare, y si él no fue una excepción, yo no me voy a atrever a serlo: “Préstale a todo hombre tu oído, pero a muy pocos tu voz”. Fin de la cita.
Fíjate lo que dice Shakespeare. O más bien, lo que yo interpreto. Primero, que para tener buena voz hay que tener buen oído. Que para poder hablar, antes hay que saber escuchar. Y después, que hay que prestar a muy pocos tu voz. Es probable que la vida te dé alguna oportunidad para prestarla a los que no la tienen. Aprovéchala bien. Lamentablemente la voz no se le otorga siempre a quien más la merece, y si no, mira la Gran Bola que le hemos dado a un Pequeño Nicolás.
Si consigues llegar a tener voz propia, la gente te reconocerá aunque jamás te haya escuchado antes. Es lo que les pasa a las grandes marcas, a las grandes personalidades o a los grandes artistas. Que son reconocibles incluso en temas inéditos. Porque tienen una voz única e inconfundible. Porque nos parece que eso que estamos escuchando ya sólo lo podrían expresar ellos de esa manera.
Això és exactament el què li passava a la gran mezzosoprano Elena Obraztsova, guanyadora del primer gran premi del Concurs Viñas el 1970, y que malauradament ens ha deixat aquesta setmana, una pèrdua irreparable per a la seva estimada Barcelona, per tot el món operístic i per l’art en majúscules i en general.
Eso es justo lo que te ocurrirá si lo haces MUY bien. Que por mucho que tú te vayas, tu voz se quedará para siempre.
Desde luego que no todo será tan fantástico. Tener voz te traerá sus problemas. Si tu voz se vuelve lo suficientemente influyente, habrá gente que la hará propia. Con la responsabilidad que eso conlleva. Y si no llega a ser importante, da igual, porque habrá gente que, con mala intención o sin ella, te intentará secuestrar la voz. Hacerte decir algo que tú no has dicho. Hacerte luchar como alguien que no eres tú.
No te preocupes si por el camino haces enemigos. Preocúpate si crees que no los tienes. Porque eso significará que tú no los conoces a ellos, pero ellos a ti sí. Hubo un señor que por cierto cantaba tan bien que le pusimos el sobrenombre de La Voz, que dijo que para tener éxito hay que tener amigos, pero para tener MUCHO éxito hay que tener enemigos.
Y hablando de enemigos. Estamos viviendo tiempos difíciles para alzar la voz. A pocos kilómetros de aquí, un grupo de salvajes creen que pueden silenciarnos atentando contra nuestras libertades. Y no se dan cuenta de que la voz de un pueblo es mucho más poderosa que la voz de cualquiera de sus individuos. Que el miedo no nos mata, sino que nos hace más fuertes. Que podrán asesinar a decenas, cientos, miles de civiles, pero jamás podrán matar la civilización. Una civilización que hoy cierra filas tras un simple lápiz y la sacrosanta libertad del individuo para utilizarlo con el único límite que su talento imponga.
Para terminar, tampoco te fíes del que utilice su voz para decirte siempre lo que esperabas oír. “El político con más éxito será el que diga lo que la gente piensa, que lo diga más a menudo y que lo diga con la voz más chillona.” Esto lo dijo justamente un político, se llamaba Theodore Roosevelt y -hombre- mal no le fue. Y aunque lo dijera ahora hace más de un siglo, me temo que cada vez es más vigente en nuestro país. Mira si es vigente, que ese señor también fue famoso por luchar por la independencia de Cuba y por tratar de acabar con la corrupción.
Todo esto para que entiendas la importancia de lo que se celebra hoy aquí. No se trata sólo de congregar en espacio y tiempo a las 607 voces líricas y dramáticas más prometedoras sobre la faz de la tierra. No se trata sólo de traerlas desde sus más de 60 países, configurando así la edición más internacional en la historia de este concurso.
Se trata de celebrar todo aquello que nos hace seres humanos. La belleza de sus voces nos recuerda que, aparte de equivocarnos, aparte ser capaces hasta de ignorar nuestra propia naturaleza, y aparte de decirle y hacerle barbaridades a nuestro prójimo, también somos capaces de cosas maravillosas. La belleza de estas voces nos recuerdan que podemos mejorarnos a nosotros mismos, que todavía existe esperanza, que en el fondo, muy en el fondo, aún tenemos remedio. Eso sí, con esfuerzo, dedicación y sacrificio, dominando lo difícil para que parezca fácil, que es la condición sine qua non para que todo parezca bello.
Somos lo que hacemos con nuestra voz. Somos lo que hacemos de ella. Y sobre todo, lo que ella acaba diciendo de nosotros.
Francisco Araiza, Enedina Lloris, Vicente Sardinero, Anna Riera, Helga Müller Molinari, Dalmau González, Aquiles Machado, Elena Obraztsova y tantos y tantos otros, así como los nuevos talentos que salgan de la presente edición.
Escucha sus voces cada vez que te entren las dudas. Escúchalas hoy mientras te comas las chuches. Y no dejes de escucharlas jamás. Ellas te reconciliarán con lo que realmente eres.
Una bella voz con infinitas cosas bellas por decir.
Un bello ser humano con infinitas cosas bellas por hacer.»
¿Quieres recibir artículos como éste en tu buzón de e-mail? Suscríbete a ristomejide.com.
En ‘Viajando con Chester’ (Cuatro), Risto Mejide da su visión de los personajes de actualidad. Ahora nos ofrece su visión del cine español, también muy crítica.
Fotogramas.es / Iustración: Jonathan Millán 09-12-2014
¿Cuál fue su primera vez con el cine español?
‘Amanece, que no es poco’ (J.L. Cuerda, 1989). Una de mis primeras películas españolas, y una de mis favoritas aún hoy.
¿En qué película española se hubiera quedado a vivir?
En cualquiera de las de Julio Medem.
¿Cón qué persona o personaje del cine español se iría de cañas?
Me iría con Karra Elejalde. Tiene que ser un cachondo.
¿Con qué persona o personaje le gustaría quedarse encerrado en un baño?
Con cualquiera que tuviese nociones de cerrajería.
¿Qué persona o personaje no querría tener en el asiento de al lado de un avión?
Al lado no sé, pero te aseguro que si un día encuentro a una tripulación formada por Javier Cámara, Raúl Arévalo y Carlos Areces, me bajo directamente.
¿De quién del cine español estuvo enamorado de pequeño o adolescente?
Con 8 años me enamoré de Macarena Camacho en ‘Chispita y sus gorilas’ (L.M. Delgado, 1982), donde compartía cartel con los protagonistas de Verano azul. Fue mi primer fechazo cinematográfco.
¿A qué estrella internacional le gustaría ver trabajando en el cine español?
Quentin Tarantino debería salir en Torrente 6. Y cargárselo con una katana. O con un pincho de tortilla.
¿Qué persona o personaje sentaría en el sofá de Viajando con Chester?
Me encantaría conversar con Almodóvar. Y con Amenábar. Y con Daniel Monzón. Y con Jota Bayona. Y con Paco Plaza. Y con Concha Velasco. Y con Carmen Maura. Y con Penélope Cruz. Y con Antonio Banderas. Y con tantos y tantos… Aunque espero poder hacerlo algún día, sinceramente.
Artículo publicado el domingo, 28 de Septiembre de 2014 en ElPeriódico.com
Il·lustració de Leonard Beard
«Y si soy Risto. Y si me he dado de alta en una red social de contactos. Y si me he inscrito justamente con esas cuatro palabras: Y si soy Risto. Y si aún nadie me cree cuando les digo quién soy. Y si todo eso me ha ocurrido la misma semana. Y si me sigue pasando hoy. Eh. Qué pasa. Qué.
Y si lo primero que he debido afrontar es el prejuicio del entorno. Pero si tú no lo necesitas. Pero si eso no es para ti. Pero si es sólo para desesperados. Pero qué haces tú en ese lío. Pero si es que te vas a meter en un follón. Y si al principio te dan ganas de justificarte, de encontrarle una explicación racional, como si tu vida fuese la primera edición de Gran Hermano, un mero experimento sociológico con fines humanitarios y en el que al final seguro que a base de descartes, encuentras a un ganador que se quede en la casa.
Y si pronto te das cuenta de que todo eso no es cierto. Que ya no es verdad. Que ni todos son desesperados -aunque alguno hay- ni estás haciéndolo tan mal. Que si lo haces es justamente porque no lo necesitas. Como si sólo fuese lícito actuar por necesidad. Y dejas de engañarte a ti mismo y a los demás. Lo que te mueve es el acierto o error. El mismo que te movió en tu vida personal, que no es que tampoco lleve una tasa de aciertos como para echar cohetes.
Y si soy Risto. Y si me divierte mucho entrar en el mercado de la carne digital. Aquél en el que los errores son detectados por un antivirus. Aquél en el que siempre existe la función de bloquear. Y si quiero tener siempre a mano un control z. Y si no pienso avanzar en nada que ya no tenga marcha atrás.
Y si desde el principio te hacen elegir si quieres hacer nuevos amigos, tener una relación o simplemente chatear. Vaya. Y si uno quiere follar, qué responde. Resulta que tengo que pasar por una mentira de todo menos piadosa. Por disfrazarme de otra cosa. Por ocultar mis verdaderos intereses. Y si todos mentimos. Y si todos van a lo que van. Y yo no, qué va.
Y si alucino con las fotos que la gente sube. Fotos hechas con la sana intención de gustar. Una foto de una chica sentada en el water. Otra de una maquillada por su peor enemiga. Muchas fotos en aseo de plato de ducha con postura de portada de Intervíu. Pasillos de casa de los padres convertidos en improvisada alfombra roja. Camas deshechas con actitud gatuna para alguna ocasión. Diosas de mercadillo buscando lentillas a cuatro patas en una sala de estar.
Y si me empiezan a contactar chicas. Y si alguna incluso me gusta. Y si casi todas me preguntan por qué me he reemplazado a mí mismo. Y si con ninguna sé muy bien que decir. Y si mi timidez se ha digitalizado y de pronto encuentra su propia expresión online.
Y si la mayoría se acaba aburriendo porque nunca paso a la acción. Y si me convierto en un triste mojabragas de las redes sociales. Y si todo siempre se va al traste porque no me atrevo a quedar. Y si lo que de verdad me pasa es que no me apetece mucho conocer gente nueva. Porque con la antigua hace demasiado que no me veo, y cada vez tengo menos tiempo al que encima le exijo una mayor calidad. Y si lo que me pasa es que follar me da igual. Dios, no puede ser que me haya hecho tan de mi edad. Con lo que yo he sido. Con lo que no fui.
Y si después un día sale la noticia: Risto se ha dado de alta en una red social de contactos.
Y si todo lo anterior en realidad me importa una mierda.
El presentador de televisión y publicista Risto Mejide, famoso por su estilo incisivo, no se muerde la lengua en esta entrevista.
Risto Mejide (Barcelona, 1974) no necesita psicólogos de salón. Su madre, cuenta, se sacó la carrera haciendo las prácticas con él. Pero el caso es que el personaje genera una irresistible tentación de sentarlo en el diván. El respetado publicista, siempre oculto tras unos cristales oscuros, pasó de merendar triunfitos a conversar con la élite del país sentado en un sofá inglés. Y le va bien. Pasó de despertar el odio de la gente, a generar cierta empatía. ¿Qué sucedió por el camino?
Pregunta. ¿Después de tanto concurso de supuestos talentos necesitaba un programa de entrevistas con gente que tuviese cosas que contar?
Respuesta. Tu pregunta denota unos prejuicios brutales.
P. No le digo que no.
R. Yo no critico ni me avergüenzo de nada de lo que he hecho en televisión. Si no hubiera pasado por esas etapas no habría llegado a lo de ahora. Pero aparte de eso no creo que haya programas mejores o peores intelectualmente hablando. Sino aquellos que conectan con la audiencia.
P. Que también pueden ser buenos o malos. Como el cine o la literatura.
R. ¿Quién lo decide? ¿Una troika cultural? Hay muchísimas cosas que no pasan a la historia que son tremendamente necesarias. Como Dickens, que publicaba folletines populares. No hay que ser censores de la cultura popular que es un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Algún día se estudiará la historia a partir de lo que sucedía en este momento. Como Belén Esteban.
P. Esperemos que no.
R. ¿No te gusta? A mí tampoco. Pero ella conecta con muchos millones de personas, otra cosa es que a ti te guste que tu país sea así. Pero sí, en esta faceta me siento más yo. Puedo hacer lo que quiera, así que dejo salir muchas más cosas de mí. Por eso también las gafas son mucho más transparentes, ya no necesito bloquear la mirada y quiero que la otra persona me vea los ojos.
P. ¿Es menos personaje?
R. Es un trabajo, un rol.
DNI urgente
Risto se llamaba Ricardo. Pero a los 15 años unos amigos fineses empezaron a llamarle así. Se lo cambió en el DNI. Puede que ahí naciera el personaje televisivo que sustituyó al brillante publicista.
P. Durante su etapa de OT se convirtió en el vertedero del odio de mucha gente. ¿Cómo gestionaba esas emociones?
R. Una vez en The Times me compararon con Simon Cowell, que tenía el mismo rol. Decían: “El hombre al que todo el mundo ama odiar”. Y me encantó. A todo el mundo le gusta pensar: “Qué cabrón, cómo ha dicho eso”. Y la prueba está en los picos de audiencia. Era muy gratificante desde mi punto de vista porque estaba generando relevancia, y eso en televisión es dinero.
P. ¿Nunca se sintió mal por hacer llorar a un concursante?
R. ¿Mal? No, he recibido el cariño de mucha gente. No confundamos hacerse el simpático en televisión con caer bien.
P. No me negará que era despiadado con gente claramente más débil intelectualmente…
R. Discrepo completamente. Yo concentraba el foco de atención en ese momento con una frase que la gente fuese capaz de repetir al día siguiente. Para decir “has desafinado como una perra” está cualquiera. Para decir “eres como un vibrador, perfecta en la ejecución, pero fría en el sentimiento”… eso es un spot de televisión. Y eso, perdona, pero es un mérito que nunca se me ha reconocido. Si me hice famoso es por decir las cosas de una manera determinada. La forma es a lo único que no voy a renunciar.
«Lo que dices desde el estómago es lo que logra más notoriedad”
P. Pasó de machacar a la gente a ponerse a su lado con artículos como el del trabajo. ¿Se ablandó?
R. La gente utiliza a los personajes públicos para lo que necesita. Y con el “No busques trabajo” o el “Largaos”, vieron que mi mala leche se podía utilizar para sacar las vergüenzas de quien había que sacarlas. Cambié de enemigo y en vez de tener a los triunfitos o a los frikis de un programa, se vio que podía cargar contra la casta.
P. ¿Ha dicho alguna vez algo que no pensara?
R. Continuamente, lo que más notoriedad o relevancia han tenido son las que menos he pensado. Otra cosa es que me arrepienta. Lo que dices desde el estómago es lo que logra más notoriedad.
P. Uno pensaría que todo este personaje es una coraza. ¿Tuvo una infancia difícil?
R. Siempre hay un momento en que los periodistas me sentáis en el diván. Soy hijo de psicóloga, y mi madre se sacó la carrera cuando ya estaba crecidito. Así que he pasado todos los test del mundo. He crecido sabiendo todo de mi personalidad, llegáis tarde.
P. ¿Una entrevista ha de ser incómoda?
R. El otro día leí una frase de un colega tuyo ya muerto que decía: “Una entrevista ha de ser incómoda, lo demás son relaciones públicas”. Hay que preguntar lo que alguien no se ha atrevido a decir.
P. Pues el otro día entrevistó al director de La Razón, Francisco Marhuenda, y luego a su mentor, el publicista Toni Segarra. Al primero le machacó y al segundo le hizo una oda. ¿Eso era sectarismo o relaciones públicas entonces?
R. A uno lo admiro y al otro no. Y eso se tiene que notar en una conversación. Huyo del rigor, intento ser lo más subjetivo del mundo. Yo no hago periodismo. Y lo de Segarra, pues sí, eran relaciones públicas para que la gente joven que me sigue le conozca. Mucha gente me dijo en Twitter que les había descubierto a un tío maravilloso…
«Intento ser lo más subjetivo del mundo. Yo no hago periodismo”
P. Por cierto, 1,7 millones de seguidores. ¿Algún consejo?
R. La cosa no está en la cantidad sino en la influencia. Si eres capaz de que tus 800 cometan un suicidio colectivo, tienes tú más poder que yo.
P. ¿De dónde viene ese renovado interés por la política con programas como el suyo o el de Évole?
R. Los medios y la política van ligados. Vivimos un empoderamiento del consumidor y del votante, que es el mismo tío. Y eso ha de llevar necesariamente a un nuevo tipo de político que trata con los medios de manera distinta. En mi programa lo que intento es que todos estén representados, pero te encuentras que la mayoría de los antiguos dicen no.
P. ¿Cómo quién?
R. Gallardón me ha dicho que no y me lo sigue diciendo.
P. ¿Por miedo?
R. No, es un tío muy preparado, dudo que tenga miedo. Pero debe pensar que como vengo de los programas de frikis…
P. He oído que quiso ser espía del CNI.
R. Estaba en paro y buscaba ofertas en el periódico del domingo. El CNI está obligado a anunciarse y encontré una. “Se buscan agentes que sepan hablar árabe, chino o no sé qué más”. Yo estaba en nivel siete de chino y mandé un currículum. Al cabo de un tiempo, me dijeron si quería pasar las pruebas. Pregunté el sueldo y desistí. Era poco.
P. ¿Ha pensado alguna vez que desperdiciaba su talento con sus trabajos?
R. Como decía Woody Allen, tengo poco talento pero muy bien aprovechado.
P. ¿Quién le hace de Risto Mejide a usted?
R. Mi madre. Vosotros creéis que yo soy crítico, pero no la conocéis a ella. Aparte de ser mi mejor amiga ha sido siempre referencia en todo.
P. ¿Y no estaba preocupada con ese personaje suyo?
R. Se preocupaba como cualquier madre. Pero la primera vez que me dijo algo fue: “Quítate la chaqueta en el plató que al salir tendrás frío”.
Artículo publicado el domingo, 15 de Junio de 2014 en ElPeriódico.com
Il·lustració de Leonard Beard
«Hazte el amor, receta para dos personas. Se toman un par de individuos, en adelante los amantes, que aquí consideraremos de distinto sexo, aunque si son del mismo sexo la receta quedará igual de bien. Lo importante no es eso, lo importante es que haya algo de atracción por ambas partes. Ni siquiera que se encuentren guapos o se necesiten o realmente se quieran. Si uno de los dos desearía no estar ahí, o estar con otro, o simplemente no se siente ni atractivo ni atraído, es preferible sustituirlo inmediatamente antes de que eche todo el plato a perder.
Se elige un buen entorno, entendiéndose como bueno cualquiera que vaya desde el aquí te pillo aquí te mato, hasta el picadero habitual. Es importante que se responda a las expectativas de exposición que más les ponga a los amantes, que básicamente son tres: privacidad absoluta, peligro inminente o escándalo público. Y es preferible estar de acuerdo de entrada con la elección, aunque lo ideal sería llegar a ese acuerdo sin ni siquiera haberlo acordado.
Se condimenta con algo de luz. La sensación lumínica idílica varía en función de los gustos. Yo prefiero que la luz ilumine, sí, pero que jamás nos llegue a denunciar. Y si os gusta veros por duplicado, hay que tener cerca espejos o cámaras. También se puede aderezar con algo de música, yo recomiendo en ese caso tener muy controlada la playlist, no vaya a ser que te entre un Fary o un Carlos Baute y te corte de golpe todo el rollo.
Se huele. Se huele todo el tiempo. Lo importante que es olerse durante todo el proceso. El olor corporal es al sexo lo que a la comida el sabor. Hay que ir probándose continuamente, ya que hay platos que, por muy buenos que estén, jamás te gustarán o que un día, de pronto, dejan de gustarte, o que te saturan o incluso que de pronto pueden empezar a provocarte alergias. Es todo una cuestión de feromonas. Y como animales que al final somos todos, aquí no hay nada que responda a la pura y fría racionalidad.
Y ahora, por fin, el arte de darse lo suyo entra en juego.
Porque llega el mundo de los preliminares, definido siempre por aproximación. Son esos últimos 5 centímetros antes de su piel. Retardar todo aquello que ambos deseáis que ocurra. Disfrutar del camino, hacerlo durar más que el destino. Hacer sufrir con la espera pero a base de bien. Calentar a fuego lento, lentísimo, casi marcando el tempo con cuentagotas. Cuando hayáis empezado a desprender algo de sudor, es el momento de pasar a la acción.
Y ahora sí. Se macera todo con una postura. Aquí no sólo va a gustos, sino también al estado de forma física y la dureza de ambos miembros. No es lo mismo optar por una vertical, que por una horizontal o por una postura mixta. La edad y los años que llevéis juntos acabarán haciendo el resto e incluso eligiendo por vosotros.
Se remueve bien, se bate, se mezcla y se deja haciendo chup chup. En cuanto al tiempo, de nuevo aquí va a gustos. Si lo dejas poco, seguro que te quedará crudo. Si te pasas, acabarás quemado. Al dente es un punto complicado, pero es ése en el que nada se pega y todo sabe mejor.
A partir de este momento hay amantes que se pierden porque acaban confundiendo ritmo con velocidad. No hay nada como saber sincronizarse con otro cuerpo y dejar que fluya lo que tenga que fluir. La sincronía, el sincopado, el contrapunto. Conceptos musicales que seguro que se inventaron para follar. Perdón, para hacerse el amor, quería decir.
Sírvase todo acompañado de un buen orgasmo. Ese gran desconocido. A menudo sobrevalorado. Pero tan agradecido también. Pretender glosarlos todos sería tan complicado como tratar de clasificar las gotas de agua. Cada uno es un mundo. Y está bien que así sea. Porque nos convierte a todos en exploradores novatos cada vez. Aunque lo cierto es que un orgasmo no es nunca condición necesaria, pero sí suficiente.
Hasta aquí la receta, aparentemente sencilla y sólo para dos.
Si hay más de dos, añádanse ingredientes a gusto de los comensales.
Y si hay menos de dos, entonces ya no estaremos hablando de hacer el amor.
Artículo publicado el domingo, 8 de Junio de 2014 en ElPeriódico.com
Il·lustració de Leonard Beard
«El Mundial, tudo bem. Metáfora de guerra mundial más o menos civilizada. Excusa mediática para poner patas arriba las carencias y desigualdades del país anfitrión. Festival de marcas y empresas anunciando todo lo que se puede anunciar a precios de saldo, sólo hasta fin de mes. Y sablazo oportunista para los que se puedan permitir vivir todo eso en directo. Además, menudo morbo da ahora que vamos primeros en el ranking FIFA, a ver cuánto tiempo tardan en desbancarnos. Por fin veremos si es verdad eso de que cuando el Barça se resfría, estornuda la selección.
Pero todo eso ahora ya da igual. Qué es un Mundial al lado de la que tenemos liada aquí. Qué es el Mundial al lado de LA Mundial. A mí, sinceramente, me pone mucho más.
Veníamos de una precampaña electoral que prometía ser aburridísima, y de pronto se citaron en las urnas un comediante del siglo XVIII intelectualmente superdotado y una “señora que”. Cuando aún no nos daba la vida para analizar semejante tractatus dialéctico, y mientras ambos excandidatos rebuscaban por dónde se cayeron más de 5 millones de votos, les adelanta por la izquierda un profesor con coleta vestido con ropa hard discount que no es que hable bien, es que además dice cosas. Y entre las cosas que dice y las que otros dicen que ha dicho, de momento ya tiene en Bruselas a cinco, rima fácil incluida.
Y cuando aún no nos habíamos recuperado del subidón marxista y bolivariano, va el Rey y dimite. Perdón, dimitir sólo puede dimitir quien ostenta un cargo electo o quien haya trabajado alguna vez. El Rey no dimite, sino que abdica. O lo que es lo mismo, transfiere sus privilegios a otro. Y digo yo que se los enviará por Wetransfer, porque la lista no debe de caber ni en un pen drive. Y resulta que por encima de todos, figuran estos dos: inviolabilidad e irresponsabilidad. Que es un irresponsable no lo digo yo, sino la Constitución. Y que es inviolable no lo dictamina Corinna, sino la Carta Magna, concretamente en su artículo 56.
Así que ahí están Senado y Congreso, la voz de su monarca, apresurándose a aprobar las leyes que permitan una sucesión al trono sin fisuras, o lo que en lenguaje parlamentario significa sin ningún riesgo o posibilidad de que a algún juez le dé por esperar a su majestad a los pies del trono con una citación. Se le afora, se le blinda y se brinda por ese mensaje navideño de 2011 que aún resuena en las carcajadas de sus señorías: “La justicia es igual para todos”. A que se te ha puesto cara de súbdito. En pleno siglo XXI. Hazte así, que tienes un dragón.
Pero tranquilos, que aquí llegan los compañeros de “El Jueves”, último reducto de la sátira política y la irreverencia institucional, dispuestos a desmantelar tanta mandanga a golpe de portadón que ellos mismos se censuran y así alcanzan una difusión casi a la par con el famoso coito principesco que ya les costara el secuestro editorial.
Suerte que Rajoy no la quiere pequeñita. Y que Mas la tiene mayúscula. Hablamos de política, claro. O quizás algo de aquí al 9N nos haga pensar que no.
El caso es que, mientras Supermario Draghi continúa pasando pantallas en su particular videojuego con los principales bancos y bolsas europeas, sería bueno ir siguiendo de cerca los otros Mundiales, los que más nos tocan de verdad, de cerca. Esos en los que quedamos primeros en desempleo dentro de la UE. Segundos en pobreza infantil. Los décimos del mundo en fraude fiscal. Y en el número 142 en el de facilidades para las empresas, colocándonos entre los peores países para hacer negocios, por detrás de Kazajstán, Eslovaquia, Catar o Túnez.
Que nadie espere incentivos ni primas por participar en esos mundiales.
Artículo publicado el domingo, 1 de Junio de 2014 en ElPeriódico.com
Il·lustració de Leonard Beard
«Mi admirado Hematocrítico mantiene el tumblr “Vamos a morir todos” (amorirtodos.tumblr.com) que, como su propio nombre indica, es de lo más optimista y existencial. Una tras otra, las actualizaciones te van contando hace cuánto se estrenó aquella película que pensabas que es reciente, o aquél disco que creías que sólo tenía cuatro días. Y resulta que entras, lo revisas y no. Además tiene la mala leche de publicarlo siempre en el mismo orden: primero, la fecha en la que se cumple la efeméride, segundo, el contenido del que se trata, con lo que consigue emocionarte, piensas, “sí, sí, yo estaba allí”, y entonces, con una tipografía en negrilla, como recalcándote lo viejo que te has hecho, te mete el zasca de los años que esa pieza o persona acaba de cumplir. Cristina Rosenvinge, 50 años. Plasca. Human Behaviour de Björk, 21 años. Scatúmmm. Lordi, el grupo gore que ganó Eurovisión… hace 8 años. Cómotequedas. Common People de Jarvis Cocker y su Pulp, 19 años ya. Pimba. Y la definitiva, Los Vigilantes de la Playa, 25 años. Plasca plasca.
No te das cuenta, y la vida no pasa, porque en la vida se está. Pero lo que sí pasan son las cosas que creías recientes, y cuando alguien se pone a fecharlas, -gracias Miguel- de pronto y por un segundo, eres consciente de tu propia edad. Y sí, ya sé que la edad es sólo un número, pero como todos los números, es el que es, y salvo que seas un político contando manifestantes, el dato dice lo que dice. Un puñado de años que se acumulan con la única esperanza y ninguna garantía de que además de arrugas guarden también algo útil en forma de experiencia.
De repente, los futbolistas a los que admirabas son casi todos entrenadores. Ese actor rebelde e indie que te gustaba por indomable y contestatario, produce sus propias películas mainstream con una gran multinacional. Y los cantantes con los que creciste cagándote en todo ya sólo editan recopilatorios en cofre deluxe y dan giras en teatros para que el aforo esté cómodamente sentado.
Ya sólo coges borracheras con buen vino, hace años que no pisas un local de comida rápida, pues sólo mirarlo te subiría el colesterol y a la palabra joven le aplicas un lifting semántico de tal manera que abarque desde la edad que te gustaría tener hasta los años que piensas que le queda a tu líbido. Los 50 son los nuevos 40. Y los 40 los nuevos 30. Y los 30 los nuevos 20. Y los 20 los nuevos 10. Y los de 10 son neonatos, ¿eh campeón?.
Te das cuenta de que hay prendas en tu armario que ya son ridículas y piensas cómo es posible que salieses con eso puesto a la calle. Y aún así algún día lo intentas, pero enseguida desistes y acabas donando esa ropa con la sensación de que donas parte de tu historia reciente. Y de reciente nada, moñada. Amorirtodos.tublr.com
Por eso te escribo este texto, desde el buen rollo y la urgencia existencial, para recordarte simplemente que la vida es ya. Que si has de hacer algo, no lo dejes ni para después. Que lo hagas, sí, pero ya mismo. Que jamás esperes. Porque esperar es creerte la milonga que te cuenta el futuro. Un futuro que muchas veces ni llega, y para entonces ponte tú a reclamar.
Que a esta vida que tienes hay que exigirle mucho, y si no te lo da por las buenas, tendrás que tomárselo por las malas. Que hay algo bueno en la impaciencia si a lo que te lleva es a matar la inercia vital. Que no es que haya que hacerlo todo, pero sí hay que hacerlo ya.
Mira, yo no creo en las crisis de los números redondos. Hay gente que lleva en ese tipo de crisis toda su vida.
Pero sí creo que, como una vez me dijo un amigo, hay algo que será impepinable al día siguiente de cumplir 40.
Artículo publicado el domingo, 18 de Mayo de 2014 en ElPeriódico.com
Il·lustració de Leonard Beard
«Cuando el callo de la vergüenza ya no haga daño de tanto rozar. Cuando se nos caiga la venda del “sí se puede” y nos demos de bruces con la realidad. Cuando la ira se nos agote y nos saturemos ya de tanta indignación. Cuando nos agotemos de luchar con espadas de palo contra tanques de acero. Cuando veamos que los de siempre siguen haciendo lo de siempre. Que nos han ignorado como nunca. Y cuando nos demos cuenta que los culpables han vuelto a la más absoluta normalidad, que han pasado de proscritos a prescritos gracias al amigote de turno que los indultó. Ese día, que llegará pronto, no sé cuándo, pero llegará, miraremos a nuestro alrededor, nos encogeremos de hombros y nos haremos todos la misma pregunta:
Y ahora quién.
No sé tú, pero cada vez me doy más cuenta de que sólo se nos van los grandes. Los mediocres duran, se perpetúan, se apoltronan, se apolillan y enquistan sus sucias nalgas sobre los sillones forrados con el cuero cabelludo de cada uno de nosotros, de nuestra actualidad. Y los que se marchan son los que uno querría que se quedasen para cualquier cosa, desde cantar las canciones o freír un huevo hasta para gobernar.
Ojo que no hablo sólo de morirse. Que también. Ahí está Gabo. Y Tito Vilanova. Y Lou Reed. Y Luis Aragonés. Y Adolfo Suárez. Y tantos otros y tan rápidos y seguidos que tengo mi cuenta de twitter que parece un tanatorio virtual.
Hablo también de los que deciden dar un paso atrás y de la gente que -cada vez más- nos dice ahí os quedáis. Y también hablo de gente tan grande como Carles Puyol. E igual es sólo una sensación, pero por cada uno de los que se van, no hay mil de los que se quedan que lo compensen. Y no creo que tenga demasiado que ver con la edad. Vale que yo crecí con Freddie Mercury y los chavales de ahora suben escuchando a Justin Bieber. Pero no, me niego a pensar que sea sólo eso.
Creo que tiene que ver con nuestros referentes. Faros brillantes en medio de toda oscuridad. Gente por encima de sus circunstancias, vidas que son para varias TV-movies, o como se decía antes, para enmarcar. La historia ha avanzado gracias a ellos. La historia se lo debe todo a los referentes. Newton se subió a sus hombros y nos regaló la fuerza de la gravedad. Einstein se lo agradeció con la teoría de la relatividad. Picasso copió a los suyos, los plagió y los acabó volviendo locos con su arte y su genio.
Pero un referente no es sólo útil a unos pocos genios. Un referente es necesario para cualquiera de nosotros, es nuestra manera de ver el siguiente paso, es nuestro modo de subsistir: es el ejemplo vivo de que igual no siempre hay que ser un auténtico hijo de puta para triunfar. Ellos son ese alguien al que todos nos gustaría copiar de algún modo. Alguien que ha dejado un legado tan grande, tan vivo y tan eterno, es alguien con quien siempre podrás conversar. Sin referentes, estamos solos, sin referentes nos morimos antes de hora. Sin referentes, se apaga la luz. Y la verdad que no me extraña, al precio que ahora está.
En fin. No sé tú, pero a mí me faltan cada vez más referentes, porque o bien la diñan todos, o se me van. Y me di cuenta de que no estoy solo, que no soy el único que tiene esta sensación, el otro día cuando supe los candidatos al Català de l’Any. Ante candidatos que ya fueron relevantes e importantes hace más de 30 años, mi pregunta, salvo alguna excepción, era supongo la de muchos: en todo este tiempo, ¿no ha salido nadie más?
Y ahora quién. En política. Y en música. Y en el Barça. Y en la sociedad.
Por eso, cuando el callo de la vergüenza ya no haga daño de tanto rozar. Cuando se nos caiga la venda del “sí se puede” y nos demos de bruces con la realidad. Cuando la ira se nos agote y nos saturemos ya de tanta indignación. Cuando nos agotemos de luchar con espadas de palo contra tanques de acero. Cuando veamos que los de siempre siguen haciendo lo de siempre. Que nos han ignorado como nunca. Y cuando nos demos cuenta que los culpables han vuelto a la más absoluta normalidad, que han pasado de proscritos a prescritos gracias al amigote de turno que los indultó. Ese día, que llegará pronto, no sé cuándo, pero llegará, mientras todos nos encogemos de hombros, espero que alguien, alguno que haya estado callado hasta entonces, alguna que incluso puede que no haya ni nacido todavía, pronuncie estas cuatro palabras mágicas con voz bien alta y clara:
Artículo publicado el domingo, 11 de Mayo de 2014 en ElPeriódico.com
Il·lustració de Leonard Beard
«Supongo. En realidad lo supongo todo. Porque saber, lo que es saber, cada vez sé menos, ojo que no es falsa modestia, es más bien soberbia frustrada y lo que es peor, encima me creo que voy aprendiendo, con lo que al final acabo confundiendo experiencia con sabiduría y la verdad es que así me va.
Supongo. Supongo que hago lo que me gusta, porque si no, estaría haciendo otra cosa. Aunque a veces me encuentre a mí mismo tragando sapos de tamaño copa balón. Aunque en ocasiones reniegue y mordisquee la mano que mece mi cuna y me da de comer. Aunque siempre me olvide del lujo que hoy supone tener trabajo y encima cobrar por él.
Supongo. Supongo que he cumplido cada vez más años y menos promesas. Supongo que se me va la vida en ratos idiotas y me muero esperando vivir, como todos, cosas que nunca importarán demasiado, y también supongo que si hoy fuese mi último día, en realidad me pasaría la jornada dando caza y asesinando a sangre fría a todos aquellos que alguna vez me han preguntado qué haría yo si fuese el último día de mi existencia.
Supongo. Y por suponer, oye que no quede. Supongo que la gente que me quiere lo hace sin interés de ningún tipo. Supongo que no esperan nada a cambio. Y supongo también que me quieren por lo que soy y no por lo que vaya o no vaya a tener. Porque si no lo pensase así, supongo que yo tampoco les podría querer de vuelta. Supongo también que ellos han visto algo en mí digno de su cariño, de su tiempo y atención. Pero tampoco intento preguntárselo demasiado no vaya a ser que empiecen a verme como realmente soy y se den cuenta del percal.
Supongo que ser consciente todo el tiempo es un coñazo. Que tanta intensidad al final satura, y que hay que tirarse un pedo de vez en cuando para recordarse que por muy bien que nos cuidemos por dentro, eso también existe, eso también está.
Supongo siempre un futuro mejor. Y supongo que por eso decidí en su momento ser padre. Quiero suponer y supongo que él ha venido a incrementar la felicidad media de los que ya estábamos desengañados de tanto engañar y casi hasta enfilando la puerta de atrás. Y de momento, así ha sido. Te lo puedo asegurar. Aquí ya no supongo, esto sí lo sé. También sé que él me ha enseñado más cosas en cuatro años de las que yo seré capaz de enseñarle jamás. Eso es cierto. Es dato. Es verdad.
Supongo que estoy obligado a querer a todos los que lleven mi misma sangre. Y que si eso no me ocurre en cada uno de los casos, seré un desalmado, un desarraigado, un pobre infeliz. Y sin embargo me siento bien queriendo sólo a aquellos con los que deseo estar. Debo de ser un psicópata en potencia. Es posible. Pero a veces me siento en familia incluso con gente que me acaban de presentar.
Hablando del tema. Imagino que en cualquier parte hay gente buena y buena gente. Y que no necesariamente coinciden siempre en la misma persona. Ni en el mismo círculo. Ni en la misma clase social. Y supongo que el reto está en saberlos diferenciar antes de que ellos te quieran amar, odiar o ignorar.
Y por ir acabando, supongo que todo esto que te cuento te interesa, aunque sea un poco. Porque si no, no lo habría escrito, no lo habría enviado para ser publicado y no habría intentado secuestrar tu atención pidiendo además como único rescate unos gramos de tu aprobación. Supongo que es una forma como otra cualquiera de decirte que me importas más de lo que jamás seré capaz de aceptar.
Artículo publicado el domingo, 04 de Mayo de 2014 en ElPeriódico.com
Il·lustració de Leonard Beard
«Reunidos mi pasado (en adelante AYER), mi presente (en adelante AHORA), mi futuro (en adelante MAÑANA) y un servidor (en adelante no, porque ya se supone que el que escribe soy YO), y sin perjuicio de que, pese a llevar ya toda la vida juntos, a estas alturas todavía ninguno pueda fiarse del otro, lo que sí hemos acordado es lo siguiente:
AYER renuncia definitivamente a ejercer toda influencia sobre HOY. Y es que por la PRESENTE, y de una vez por todas, AYER se compromete a encontrar su lugar en la historia. Por supuesto que se le agradecen los servicios prestados, y se le reconoce el mérito de habernos ayudado a llegar hasta aquí. Cada una de sus medallas son los recuerdos que hemos decidido conservar, cuidar, deformar y maquillar. Hala, una plaquita conmemorativa, un homenaje en Qué Tiempo Tan Feliz y Ciao pescao.
Asimismo, AYER se compromete a comportarse como lo que es, un mero punto de partida, una simple pista de despegue, o de desapego, según se mire, algo necesario para partir, para irse, para volar y viajar más lejos de lo que se está. En ese sentido, quedarse a vivir en él deja de tener sentido, pues como todo el mundo sabe, en una pista de despegue no se puede ni dormir ni follar ni ná de ná. Bueno, a lo mejor alguien sí puede, pero casi que no me lo presenten. Da igual.
AYER ya no mueve molino. AYER ni lo has de beber. Pero AYER sí que cuenta cosas que siempre vale la pena escuchar y pensarse. Cuentos que hablan de aciertos y fallos. Cuentos para no soñar. Cuentos en los que a veces hasta se comen perdices. Y otras, barbas de un vecino que cortaron sin llegarse a remojar. Son ecos de los errores cometidos, viajan más rápido que el sonido para intentar evitar lo inevitable. Que caigamos en ellos dos veces. Que no ejerzamos nuestro derecho a estrenarlos en voz ajena. A estrellarnos en piel propia. Y así aprender a rectificar. O a justificarse. Qué más da.
La función del MAÑANA queda relegada estrictamente al ámbito de los motivos, familiares directos de toda motivación. Está permitido que lo que nos pueda pasar nos dé cualquier cosa menos miedo. Porque el miedo es el antídoto de la ilusión, el bromuro de la vida, el Carlos Baute de la musicalidad. Que en el MAÑANA dejemos sólo aquello que nos empuje a continuar. Aquello que nos continúe empujando. Que sólo se respire esperanza. Y ya está.
Aunque a priori parezca obvio, recuerda que NADIE tiene derecho a poseer tu MAÑANA. E hipotecarlo es, de alguna forma, hacerse con él. Donde digo hipoteca piensa en cualquier promesa. Cualquier cosa que sientas, la sientes HOY, pero el hecho de que no la puedas garantizar para el resto de tus días, no desmerece PARA NADA tu sentimiento actual. Más bien al contrario, lo fortalece, lo engrandece, lo hace más bello, más vulnerable y por lo tanto muchísimo más verdad. La garantía, otra gran falacia que queda derogada hasta nuevo desorden. Mi MAÑANA queda por tanto libre de todo servilismo y esclavitud. Sólo pertenece al mundo de mis sueños, de mis ilusiones, de mis ojalá. Y me pienso ocupar de que ahí no entren los yo nunca, los imposible, los yo ya te lo dije y los seguro que ya es el final. Jamás prometas. Si al final lo puedes cumplir, lo cumplirás. Y si no, ya me dirás para qué coño lo prometiste. Habrás mentido y quedarás mal.
En cuanto al AHORA, en él deposito todo lo que tengo, porque eso es todo lo que hay. Al AHORA le hago acreedor y usufructuario de todos y cada uno de mis segundos, que son los primeros siempre en llegar. A él es a quien pertenezco y en él es donde pienso vivir a la voz de ya.
Para terminar, todo esto lo escribo en supuesto pleno uso de mis facultades motrices, y como buen culé, justo en el año en el que el Barça lo está pasando realmente mal. Porque cuando lo ganábamos todo, a ver quién era el guapo que se ponía a filosofar. A ver si en este Mundial no vamos a pasar ni de cuartos. Miedo me da. Aunque viendo mi capacidad predictiva y las dotes adivinatorias que demostré con el Real Madrid, podéis estar todos bien tranquilos. Predije que no iba a poder con el Bayern. Y ahí está.»
Risto Mejide se asoma a la portada del Anuario 2014 de Ctrl y aprovechamos para charlar con él: si le hablas de su fama de malo, él responde que peor es que se considere malo decir lo que se piensa.
¿Qué se le pide a un creativo? Que sepa comunicar. Risto Mejide se sabe comunicar muy bien y con ese talento ha hecho de sí mismo su mejor campaña. Con ello no solo se ha convertido en una de las marcas con más notoriedad del sector publicitario español (una de las pocas que traspasa las fronteras estrictamente profesionales para hacerse generalista) sino en un “case study” andante y mutante que enseña muchas cosas sobre el mundo en el que vivimos pero que difícilmente se puede imitar o reproducir. A eso se le llama ser único; es decir, lo que buscan todas las marcas.
¿Te sigues considerando publicitario?
Más que publicitario yo siempre me he considerado publicista y de hecho, me parece importante distinguir entre publicista y publicitario. Para mi el publicista es el que escribe para un público, el que comunica para un público a través de diferentes medios. En ese sentido siempre he sido comunicador ya fuera para marcas, a través de un libro, o a través de un programa de televisión.
¿Anticipabas la evolución que iba a sufrir la publicidad y la comunicación en general?
Te diría que en mi carrera profesional se ha reflejado lo que posteriormente hemos querido reflejar en Aftershare y me refiero a la confluencia entre contenidos y marcas. Al final lo que me ha ocurrido a mi en televisión tiene mucho que ver con lo que le ha ocurrido a Aftershare en el sector publicitario, que es que nos hemos posicionado cada vez más cercanos al contenido.
Y esa evolución hasta convertirte en un personaje público, ¿cómo lo llevas?
Al final me parece importante distinguir entre notoriedad, influencia y relevancia.
Pero en tu caso, ¿no crees que se dan las tres?
No, en absoluto, para mi alguien relevante es por ejemplo un médico, alguien que te salva la vida. Si hablamos de influencia, sí te diría que he vivido una segunda ola en la que mi “marca” (tú le has llamado personaje pero yo lo calificaría como marca) se ha ampliado a través de las redes sociales y las he utilizado para influir, algo de lo que me siento muy orgulloso (me refiero a mi gestión de las redes sociales). Y por último está la notoriedad, que es simplemente que la gente te reconozca por la calle, pero todos sabemos que la notoriedad pasa, es algo efímero, y así tiene que ser conmigo y con todo el mundo.
¿Entonces te consideras una marca?
Si, pero igual que también tú eres una marca. Precisamente las redes sociales lo que han hecho es poner a nuestra disposición herramientas que hasta ese momento solo estaban al al- cance de una marca comercial.
¿Te parece necesario que dentro del mundo del espectáculo haya gente como tú y como otros que aporten algo que tenga cierto peso, cierta trascendencia?
Más que eso yo te diría que me parece más importante ser auténtico a la hora de utilizar los medios. En toda relación entre una persona y un medio hay una manipulación mutua y en ese proceso tú tienes esa capacidad para hacer llegar tus mensajes y ahí radica el éxito. De todas formas me parece que se comete un error cuando se piensa que todo el mundo tiene que ser trascendental cuando aparece en un medio porque al final la gente también necesita distraerse, entretenerse. Las cosas triviales son necesarias y más en los tiempos actuales. No puedes pasarte todo el día cabreándote, denunciando… no es bueno ni para ti ni para la gente.
Artículo publicado el domingo, 27 de Abril de 2014 en ElPeriódico.com
«Solo. Estoy solo. Nah, no me llores todavía no me llores por favor. No es algo de lo que me sienta especialmente orgulloso, pero tampoco es algo de lo que nos tengamos que avergonzar. Nos, sí, he dicho nos. Porque por si no lo has notado aún, tú también lo estás. Cuenta cuántos punteros de ratón aparecen en tu ordenador. La pantalla es tu vida en estos momentos. Los links activos sobre los que puedes hacer click, las opciones que se te presentan. Y esa flechita siempre mirando hacia arriba como quien busca un futuro que mejorará, eres tú. Es cierto que puedes aprovechar para conectar con otros, pero ten en cuenta que siempre estarás haciéndolo solo. Y ya está.
Il·lustració de Leonard Beard
Solo. Estás solo. Ya seas hombre, mujer, animal, tertuliano o cosa. Eres un ser solitario. Fíjate que no he dicho que estés muy solo, eso sería distinto. La diferencia entre estar solo y estar muy solo es la misma que la que existe entre que algo sea mío y que algo sea muy mío. En el primer caso, simplemente estás poseyendo, es una descripción. En el segundo, ya estás categorizando, y eso etimológicamente es muy próximo a profecía. Fueron los griegos los que inventaron la palabreja categoría, y en su origen era justamente eso, sinónimo de predicción. No deja de ser curioso, cuando categorizas, predices. Cuando clasificas, destinas. Cuando etiquetas, condenas.
Solos. Estamos todos tan solos. Y peor acompañados. Aunque nos encariñemos de vez en cuando. Aunque dejemos que nuestra soledad necesite sentirse acompañada por otra soledad. Hay siempre un momento, sea después de la fiesta o después del polvo o después de esa discusión, en el que irremediablemente volverás a sentirte contigo mismo y sin nadie más a quien agarrarte. De nuevo solo. De nuevo ahí. No hay ataúdes de dos plazas. Ni dos puntos de vista para un mismo espejo. Estás tú y lo que decides que te devuelva. Ya está. Si tú te mueves, se moverá contigo. Si tu te mueres, se morirá contigo. Si tú te mientes, te mentirá por ti.
Solos. A veces por elección, otras por selección natural. Luis Racionero siempre hace referencia a los ingleses, por lo visto ellos sí supieron diferenciar en su lenguaje entre loneliness y solitude, entre la soledad involuntaria y la buscada, entre un accidente repentino y un genocidio emocional. Nosotros, en nuestro riquísimo castellano, aún andamos creyendo que toda soledad es mala, que todo aislamiento es un castigo y que toda compañía siempre te tiene algo que aportar.
Hay que saber estar solo. Y sobre todo, hay que saber quedarse solo. Sin que la presencia propia le obligue a uno a buscar escapatoria en lo ajeno. Sin que la cháchara externa oculte y anegue la conversación que de tanto en tanto tiene que darse en tu interior. Porque no hay nada más triste que no saber ni cómo aguantarse. Porque puede que el que oiga voces este loco. Pero el que no las oiga, seguro que acaba volviéndonos locos a los demás.
Solo. Estoy solo. Igual te parece triste. Pero es muchísimo más triste no saber lo que se está.
Esto fue lo que sentí esta semana cuando se nos fue gente tan nuestra y tan grande como Tito Vilanova o como el promotor de Macondo, también constructor de Cien Años de Soledad. Pero no querría acabar con tanta tristeza, ni creo que pudiese, porque ni con mil millones de artículos como éste compensaría semejante pérdida. Mejor lo acabo con una anécdota curiosa.
Hace diez años, pude compartir con Gabo 15 minutos de charla paseando por Los Ángeles, en pleno Rodeo Drive. Fueron mis 15 minutos de Gabo. Supongo que era a eso a lo que se refería Andy Warhol. 0.25 horas charlando con todo un Premio Nobel. 0.0104 días cogido de su brazo. 0.00003 años aprendiéndolo casi todo sobre publicidad. Porque él fue redactor de una gran agencia cuando vivió en México DF. De hecho, algunos de sus eslóganes aún sobreviven en la mente de muchos de los que nos dedicamos a esto. Y cuando le pregunté por qué lo había dejado, me dijo que perdió el interés el día en que se dio cuenta de que para ser publicitario bastaba con reunir dos condiciones: una, “no cometer faltas de ortografía” y dos, “ser un poquito menos pendejo que los demás”.
También me dijo algo que no olvidaré mientras tenga una empresa.
Que adoraba hacer negocios con catalanes.
Porque sabía que al final, fuese como fuese, siempre iba a cobrar.»
Debe estar conectado para enviar un comentario.