
Artículo publicado el domingo, 15 de Febrero de 2015 en ElPeriódico.com.

«La vida es una sucesión de desajustes. Notas discordantes y agrupadas en sinfonías dodecafónicas de 24 horas. Agujeros aleatorios en unos folios tamaño día que jamás podremos encuadernar. Nos creemos que todo tiene un porqué. Que la gente tiene un plan. O peor, un destino. Que en realidad, todo lo que sucede conviene. Que no hay mal que por bien no venga. Y yo qué sé qué cantidad de tonterías más. Y así hacemos ver que por fin lo hemos entendido. Cuando la verdad es que casi nada se entiende, porque casi nada ocurre por obra y gracia de nuestra voluntad. Simplemente ocurre y ya está.
En esta teoría del caos de andar por casa, hay ciertas cosas que todos sabemos que en algún momento deberíamos dejar de hacer y sin embargo, por algún mandato divino, contubernio neocapitalista o simplemente por mera superstición, tomamos la iniciativa e insistimos en convertirlas en tradición.
Tú entra en cualquier bar y pídete un cruasán. Me juego el tipo a que jamás te lo traerán solo. Entre el platillo que lo sostiene y tu bollo de luna creciente, ahí está, ahí está, la servilleta de Alcalá. Ese puñetero trozo de papel de una sola capa que siempre se engancha, que deja tu cruasán perdido de trocitos de papel y que encima no te servirá ni para limpiarte la boca, pues acabará perdido de migas que se reproducirán por todo el lugar. Un gasto estúpido e innecesario pues si el plato se supone limpio, a santo de qué había que protegerlo y sobre todo contra qué. Un gesto que intenta dar una imagen de higiene y servicio, cuando lo que en realidad te está suponiendo es un verdadero incordio, una señora incomodidad, para ti y para los que te rodean, obligados a presenciar un espectáculo tan finolis como levantar el meñique para beberse el café. La versión pyme de la falta de urbanidad.
Pues bien. Nuestra existencia está plagada de momentos cruasán. Detalles que hacemos con la mejor de las intenciones y que no sólo no hacían falta, sino que lo que vienen es a empeorar lo que ya había. Momentos en los que alguien debería hacernos ver que en ese caso, menos es más.
La intención es lo que cuenta, algunos dirán. Ya. Vale. Anda cuéntame otra, porque el cementerio está plagado de gente que sólo quería ayudar. Eso está bien para Flanders de Pleasantville vestidos de Teletubbie. Pero los que hemos pasado ya el primer divorcio y el último gatillazo, deberíamos intentar ir más allá.
Parejas que celebran por todo lo alto San Valentín y sin embargo llevan años sin construir ni un equipo cohesionado ni un proyecto en común. Empresas que desatienden a los clientes que tienen para gastarse ingentes sumas de dinero en conseguir más. Partidos políticos que intentan alzar en vuelo a lomos de un titular sobre limpieza y honestidad cuando hace años que no barren su propia casa, el clásico síndrome de Diógenes político, de mierda hasta la azotea.
No lo atribuyas sólo a la mala fe. A otra cortina de humo. A la incoherencia humana. Al maquillaje del marketing. O a la falta de arrestos para iniciar una transformación de verdad. Que también.
Piensa en lo que hacemos cada uno de nosotros en nuestro día a día. Nos empeñamos en ser imprescindibles allá donde no nos necesitan, y dejamos a menudo desatendidos aspectos de nuestra vida donde sí deberíamos liderar. Con demasiada frecuencia no hacemos falta donde actuamos, y seguramente si incidiésemos sobre otras áreas, nuestra ayuda se notaría mucho más. Somos más servilleta que cruasán.
Y es que el liderazgo no consiste sólo en saber hacia dónde dirigir las naves. Sino también en escoger quién se quedará en el puerto y sobre todo a bordo de qué se navegará.»
¿Quieres recibir artículos como éste en tu buzón de e-mail? Suscríbete a ristomejide.com.
Risto de mientras espero a que me toque la lotería voy ahorrando, por si acaso no toca, y me llega el momento en lo que lo ahorrado me da para contratarte como copywriter… de mientras te sigo leyendo
La servilleta sirve para comerte el cruasán sin que se queden los dedos pegajosos, es como todo lo demás, cada uno tiene su propia visión de las cosas. Para mi, los detalles importan, y si soy una servilleta, encantada! 🙂
Risto me encantas
O no sé o no funciona lo de suscribirme a tu blog. Me devuelve a ristomejide.com. Es búclico..
Extraordinario.
El problema de la estrategia del cruasán no reside en la inutilidad de la servilleta sino en la falta de empatía del camarero que lo sirve. Si nos pusieramos en la piel de nuestros clientes, amantes, amigos, jefes, vecinos, hijos… si no nos dedicáramos a juzgar a la gente según nuestra balanza interna del bien y del mal (esa que cada cual calibra según su pequeña visión del mundo) quizá, si ocurriera todo eso, el cruasán no vendría con una cutre servilleta que te deja insatisfecho, tal vez vendría con una toallita húmeda con olor a limón para limpiarte las manos una vez finalizada la degustación… o tal vez no.
Un saludo,
Mer Marqués
Lonchas de embutido redondas para panes cuadrados, mangos de ducha kilométricos para platos de 1 m2, pasos de cebra a la salida de una curva, pastas de dientes con azúcar y pasteles sin azúcar, cafés descafeinados, electrodomésticos silenciosos que parecen aviones apunto de despegar, abrefáciles imposibles, ceniceros de plástico, prendas de lavado en seco!, colonias que huelen a ambientador y ambientadores que huelen a colonia, soñar y no recordar lo soñado, tormentas sin lluvia…
En general bastante bien, da gusto no dormirse o distraerse mientras lees. Hay que estar muy atento a los mensajes subliminales interesantes, falta música al ritmo de un rap.
Me ha gustado mucho: Clásico síndrome de Diógenes político, empresas que desatienden a los clientes que tienen para gastarse ingentes sumas de dinero en conseguir más, parejas que celebran San Valentín…
Yo prefiero una taza avena o unas galletas
👍
Es debido, en primer lugar, conocerse a uno mismo para saber qué se quiere realmente. Acto seguido, se debe de estudiar al resto de la sociedad en todos los ámbitos existentes y útiles. Es así como cada uno puede saber dónde puede ayudar, aportar algo o simplemente tomar una decisión que sea lo más correcta posible. Por otro lado, si se evalúa también el resto del mercado, se podrá conocer si el profesional, fuere quien fuere, nos está contando la verdad, tergiversando o directamente engañándonos. Buenas tardes.
¡Súper! Invita a la reflexión. ¡Servilleta fuera!