
Artículo publicado el domingo, 24 de mayo de 2015 en ElPeriódico.com.

«Hay amores de película y hay amores de spot. Amores de largometraje y amores que apenas llegan a los veinte segundos. Y sin embargo, aún así, algunos spots son más bellos que millones de películas juntas. La Gioconda, quizás el cuadro más universal jamás pintado, no pasa de los 55 cm de ancho. Para ser grande, para ser bello, para ser memorable, no hace falta extenderse más allá de lo necesario. El fin siempre justifica los miedos. Quizás por eso hoy me atrevo con una cosmología afectiva sacada de la manga. Quizás por eso hoy me hago trampas al solitario en este pequeño universo que cabe en un sí.
Empecemos por los cuerpos celestes. En esta vida te encontrarás, en esencia y grosso modo, dos tipos de amantes: estrellas y planetas.
Las estrellas, como todo el mundo sabe, brillan con luz propia. Es una luz nítida, sin paliativos, sin concesiones. Es una luz tan intensa que no puedes mirarla fijamente, es una luz que atraviesa la oscuridad y la destruye. Es una luz que crea vida, que te arropa, que te da calor. Y es una luz que enamora porque no depende de nada ni de nadie, porque es libre, porque es y será así esté donde esté. Pero ojo, porque es una luz que consume a quien la emite. Si nos fijamos bien, las estrellas están en permanente combustión. Se destruyen a sí mismas para proyectar su luz, y aunque nos encantaría pensar lo contrario, sabemos que lo único eterno es la oscuridad. Por eso son tan bellas. Por eso son tan únicas. Y tan raras. Y tan fungibles. Y tan especiales. Y tan inolvidables.
A su alrededor encontrarás, sí o sí, los planetas. No hay una estrella que se precie sin un planeta que la orbite. Y eso tiene una razón de ser. Los planetas necesitan de su luz para subsistir. Son incapaces de generarla por sí mismos. Así que se enganchan al primero que les dé algo por lo que estar ahí, algo que les dé visibilidad, que es otra manera de decir que les haga existir. Es cierto que es en algunos de ellos donde brota la vida, pero no nos engañemos, son una rarísima excepción. Himno generacional número 83. El resto, la gran mayoría, son lugares inhóspitos y demasiado fríos o demasiado calientes como para que surja nada.
Es cierto que luego están los satélites, escisiones de lo que un día fueron, tan pequeños y desesperados que se llegan a enganchar a cuerpos sin luz. Y ahí se quedan, atrapados en un ciclo creciente y menguante, condenados a que lo más memorable que les pueda ocurrir en la vida sea un eclipse. O los cometas, que no dejan de ser trozos de otras relaciones que vagan por el universo incapaces de comprometerse ni de sentar la cabeza. Son casos perdidos, bellos a ratos, sí, hasta ponen rumbo a ti.
Por último, se encuentran los agujeros negros, elementos peligrosísimos, pues se alimentan de materia ajena. Cualquier materia les va bien. Vampiros emocionales del tamaño de una galaxia. Si un día te ves atrapado en uno de ellos, puede significar tu final. Porque lo mejor que puede ocurrirte es que te conviertan en basura espacial.
En este complicado universo de relaciones, lo más difícil es entender que la única fuerza no es la ley de atracción. Existe la ley de correspondencia, que dice que un cuerpo te atraerá más si te enteras de que se siente atraído por ti. Existe la ley de rozamiento, que dice que hace el cariño, que deviene en confianza que da asco. Existe la ley de la fuerza centrífuga, que dice que un cuerpo que abandona una órbita libera exactamente la misma energía que le impedía seguir siendo feliz en la relación. Y la de la fuerza centrípeta, que dice que donde hubo retuvo, que siempre te atraerá algo de lo que te atrajo. Y existe la ley de los cuerpos comunicantes, sobre la que nadie aún se pone de acuerdo.
Sea como sea, yo no sé si soy estrella, planeta, o agujero negro, pero en mi camino emocional exijo estrellas. Y cuanto más mayor me hago, antes identifico las que no lo son. Es uno de los gajes de hacerse viejo, que lo ves venir todo a años luz.
Hay amores de película y hay amores de spot. Amores de largometraje y amores que apenas llegan a los veinte segundos. La diferencia es que los primeros los vives sólo una vez. Y los segundos, te guste o no, estás condenado a repetirlos tantas veces como les dé la gana a ellos, incluso en contra de tu voluntad.»
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¡VAYA UNA HERMOSA Y PROFUNDA LECCIÓN LITERARIA SOBRE EL AMOR, NOS PROPORCIONA RISTO EN ESTE SUBLIME ESCRITO DE MUY ENTRETENIDA Y CULTURAL LECTURA . ¡ TODA UNA GOZADA!
Notable ! pero quedaría más completo este ensayo si se añade una perspectiva distinta a la centrada en el amor humano, porque existe el amor por otros seres semejantes, seres de otras especies, las cosas tangibles, las intangibles y el amor que pone en el centro a quien supuestamente nos ha destinado en este rincón de la galaxia, que también es otro rincón para pensar.
Me encanta.. una vez más, tus metáforas son geniales.
Vuelvo a sugerirte que escribas una novela, como te dije el día de las firmas de St Jordi de este mismo año.
Y existe la ley de los cuerpos comunicantes, sobre la que nadie aún se pone de acuerdo.
Sin despreciar los comentarios de las Amados Hermanos en Cristo, todo lo dicho no existiría sin EL QUE PUDO, y QUISO, que así fuera o sea y que seguirá SIENDO, y es DIOS que es AMOR ETERNO. Amén.
Increíble el modo en que relacionas dos temas que, en apariencia, no tienen nada en común.
No se si la redundancia «mas mayor» que utilizas al final es un mero recurso estilístico para hacer hincapié en ello o si realmente es un error.
De todos modos un ensayo brillante.
mas bien parece que tiene «hecha la picha un lío», mucho divagar rellenar, embarullar, al igual que los CIRCUNLOQUIOS de la CONFERENCIA EPISCOPAL, éstos para decirnos lo que es nuestra FE, y éste (Ristro), para no decirnos, pero ni siquiera mencionar el AMOR, que es nuestra FE, DIOS, el que PUDO y QUISO.
Saludos cordiales a mis Amados Hermanos en CRISTO, para que en la conmemoración de PENTECOSTES, nos EFUNDA Su Espíritu, auténtica LUZ invisible, ardiente y que no quema. Amén.
Siempre me ha parecido que tu largometraje era uno de los mejores…me encantaría leer que lo has remasterizado y que ahora, una vez eliminado el ruido, tienes la Banda sonora perfecta.
Si habéis llegado aquí por casualidad. Adelante: https://meatrevoconesto.wordpress.com/
Me ha encantado.
Excelente universo de palabras. ¡Bárbaro! Como siempre.
Simplemente perfecto. Me declaro fan incondicional, ¡eres muy grande Risto!
milondres.es
Para llegar a ser estrella, hace falta haber vivido (y no me refiero a tiempo) para saber, al menos, lo que ya no quieres. No se cómo haría Risto la metáfora de «hay que besar muchos sapos para encontrar al príncipe azul», imagino que sería al estilo «Principito», hay que viajar por diferentes sistemas planetarios para encontrar la mejor estrella. Sapos o planetas nos van marcando el camino, lo peor no es equivocarte de astro sino nunca haber viajado.