Artículo publicado el domingo, 7 de Diciembre de 2014 en ElPeriódico.com

«He perdido el tiempo. Que alguien me ayude, porque no sé dónde lo dejé. Era un tiempo así como breve, hermoso, delicado, lleno de buenos momentos y de alguno malo también. Seguro que lo reconocerás enseguida. No tiene pérdida posible, por eso me extraña haberme despistado con tanta facilidad. No hay otro tiempo así. O al menos yo no lo recuerdo. He perdido el tiempo y necesito encontrarlo. Razón aquí y ahora. O mejor dicho, ya.
He perdido el tiempo contigo. Y la verdad, no sé cómo ha podido volverme a pasar. Porque esta vez lo teníamos todo atado y bien atado, a buen recaudo, y encima sin necesidad de pasar por ningún sitio a firmar. Sabíamos que lo nuestro era especial. Lo sentíamos, no hacía falta ni decirlo, lo sabíamos y ya está. Lo teníamos tan claro que lo único que nos daba miedo era dejarlo escapar. Y en cambio, lo tratamos como si fuese de lo más rutinario. Lo capullos que fuimos, dios. Lo irrepetible que era esta ocasión, y la oportunidad que la vida nos brindó. Como si después de lo que hemos vivido, nos mereciésemos volver a querernos bonito, volver a volar. Y tú y yo ahí, como si no fuese con nosotros. Hemos vuelto a hacer lo de siempre, darlo todo por hecho, sin darnos cuenta de que lo que se estaba haciendo en ese momento no se volvería a dar más. Nunca más.
Pero que no cunda el pánico, porque he perdido el tiempo solo también. He creído que las cosas que no pasaban era porque no tenían que pasar. Viéndolas venir, esperando a la vida repanchingado, en vez de mover el culo e irla a buscar. Y de ese modo sólo te vienen malas noticias. Porque esa es la gran diferencia entre las buenas y las malas noticias. Que las malas siempre vienen solas, sin necesidad de que hagas nada. Las buenas, en cambio, sólo les llegan a los que se embarcan dispuestos a naufragar.
Le he exigido a la vida tantas veces una nueva oportunidad. Como si fuese algo más que un derecho, como si fuese su responsabilidad. Y ella, que ya es de por sí puta cuando no le exiges nada, imagínate cuando encima le vacilas y le vas de guays.
He perdido el tiempo dedicándoselo a gente que no valía la pena. Y echando de menos a los de verdad, diciéndoles a ver cuándo nos vemos, mintiéndoles a ellos y a mí una y otra vez, dejando sus vidas pasar. Borrándome de sus fotos futuras, comiendo en casa solo, en vez de ir a comer con mamá. Llamando a tipos y tipas irrelevantes, gastando minutos en cosas urgentes en vez de hablar de lo que de verdad importa, repasando agendas y dietarios en vez de las curvas y líneas rectas que tienden hacia la felicidad.
Por eso aquí ando, buscando de nuevo ese tiempo perdido. Otra pérdida de tiempo, pensarás. Pero la verdad es que me importa muy poco lo que pienses ahora. Necesito encontrar ese tiempo y ponerlo de nuevo a pasar. Además, habérmelo dicho entonces, cuando perdía el tiempo. Haberme avisado cuando todo me daba igual.
Hoy me queda menos que entonces, hoy el paso del tiempo se ha acelerado y ha cogido velocidad. Y sin embargo aquí estoy, como un imbécil gastándolo en algo tan improductivo como recordar. Echo de menos el tiempo perdido. Y lo quiero recuperar. Lo pienso recuperar. Y lo voy a recuperar.
Hoy quiero decir las cosas que siento cuando las sienta. Esté sentado con quien esté sentado. Y si estamos acostados ya ni te cuento. Y si cuando se lo digo no le gusta, él o ella verá. Hoy me da lo mismo caer mal o regular. Porque si para caerte bien tengo que ser otra cosa, prepárate para aguantar. Hoy, además, soy menos exigente con los demás. Porque ahora sé lo que cuesta arriesgarse y lo difícil que es acertar. Es curioso, cada vez juzgo menos y cada vez me juzgan más. Pero también soy menos transigente con la falta de inteligencia, de higiene y -sobre todo- de humanidad. Hoy creo que una conversación puede ser sanadora. Y que un silencio fuera de tiempo te puede acabar de condenar. Callarse es cada vez más peligroso. Y negarse a aceptar algo puede ser un principio para encontrar un pedazo de eso que llamamos verdad.
Quiero decir ‘te quiero’ cuando me dé por ahí, sin miedo a lo que me puedan contestar. Porque el miedo es eso que te pasa por dentro cuando estás a punto de hacer lo que tienes que hacer.
Hoy salgo de casa como quien aterriza en una ciudad que no ha visitado jamás. Con un mapa distinto cada día, con miles de monumentos a visitar. Y con una guía que se llama intuición. Y una maleta llamada recuerdo. Y una divisa que no admite cambio alguno y se llama honestidad.
No me malinterpretes, puede que todo esto te parezca una parida, una pérdida de tiempo, o puede que incluso le hayas encontrado algo de utilidad. Pero te lo digo con todo el cariño, me la suda. Como que me da igual. Con amor del rico rico. Muá.
Porque yo ya he perdido el tiempo, pero del muy bueno y en cantidad.
Puede que me haya vuelto loco, o viejo, o todo a la vez.
Y puede que eso sea lo único que me vaya a volver jamás.»
¿Quieres recibir artículos como éste en tu buzón de e-mail? Suscríbete a ristomejide.com.
Nunca se pierde el tiempo si se aprende de él y menos si de ello aprendemos que es lo verdaderamente importante en nuestras vidas…… con errores y aciertos, con tristezas y alegrías, para mí eso es la humildad aprender cada día de todo y de todos, pero lo mejor «siempre ser uno mismo». Muy buen artículo Risto
A mi me pasó a los 40…;-) Descubrí el concepto «Quality Time» y, desde entonces, lo intento aplicar:intento consumir sólo tiempo de calidad…
Debe ser la edad…
Música clásica de fondo, leyendo a Risto Mejide, no puede ser más inspirador…
Grande Risto!
Yo tambien pierdo el tiempo en conocerte un poco mas, bien, conocerte en lo que tu quieres, en lo que haces de tu privado publico, y me gusta. Yo pierdo el tiempo con mi cafè y con los buenos dias de «estas perdidas de tiempo»
Gracias Risto por éste artículo potente, sincero y tan real.
Comulgo con Mari José.
Creo que tod@s perdemos el tiempo…pero con el tiempo, también aprendemos a que el buen tiempo, lo queremos dedicar a la gente que nos merece la pena y queremos. La vida es un aprendizaje que sin pérdidas de tiempo, no aprenderíamos.
Gracias!!!.
Un abrazo desde La Antipodia.
Señor Risto Mejide: como siga leyendo sus artículos, y siga dudando si los ha escrito usted o mi subconsciente en sueños, no voy a parar hasta conocerle. He dicho.
No perdamos más el tiempo, y vivamos. Gracias por estas palabras.
Cuanto tiempo perdido en esas cosas tan «importantes» que nos hacen perder el camino hacia lo que realmente importa, hacia nuestra felicidad. Espero que todo es tiempo perdido se convierta algún día en tiempo encontrado, una reflexión digna de mi blog Toma la iniciativa
Enorme Risto!
Estábamos disfrutando con amigos de un asado de costilla y chorizos, bajo la sombra de un enorme mango, cada uno con una refrescante manija de cerveza (aquella que en la cuarta botella viene con un duende que te rompe las pelotas del dolor de cabeza) y en medio de la algarabía descontraída de los irresponsables, sale el amigo Paul, con una reflexión que corta el aire de fiesta: …Gran Puta! Como perdimos el tiempo! Empezamos tarde a trabajar para nosotros, lo mejor se lo vendimos en cuotas mensuales al Pelotudo bueno para nada de nuestro Jefe!
Y sí, ese hubiera o hubiese te cuestiona con su propio filo. Tardé siete años en descubrir que este es el único tiempo que tengo ahora. Éste el que utilizo para compartir contigo, el que me permite disfrutar de un malbec, agradeciendo poder agradecerte este artículo tuyo que despabiló el recuerdo de ese tiempo que tuve y ya no tengo.
Grande Señor Don Risto Mejide. Y digo Don porque ese calificativo solo merece ser llevado por aquel que se lo ha ganado a pulso. Y para su suerte y la desgracia de muchos, usted se lo ha ganado a pulso dejandonos ver de vez en cuando que se esconde debajo de esas gafas oscuras. Grande Don Risto Mejide. Me descubro ante sus palabras, que son las mias, las de muchos. Grande, muy grande. Es una pena no poder disfrutar de una tarde de buen vino, buena musica y por que no en un chester. Grande, muy grande.
Querido Risto,
De nuevo Lunes y parece que hoy es «San Inmaculate» aunque esa fiesta en Canadá no se celebra, aquí estamos más encantados que inmaculados, será por el tiempo que no existe…Vivimos un poco en el pasado, durante 6 horas lo alargamos todo lo que podemos. Tiempo?…Es tan vulnerable, y a veces tan fuerte. Aunque el tiempo siempre está necesitado de caricias por eso está roto. El tiempo es precioso, una perla rara como cantaba «Manolo Garcia» y desde luego el tiempo nunca es perdido si se sacan las conclusiones adecuadas. El tiempo para mi siempre es un paisaje…El verbo «perder» en cambio son cuatro muros sin ventanas, ni ecos. Ahí está la diferencia. Tengo más agua que tiempo dentro, así que ya hace tiempo que soy un barco que despliega sus emociones sin pararse a pensar lo que piensen los demás. Por eso aunque te la sude lo que yo pueda escribirte querido Risto no dejaré de hacerlo, siempre tengo un bonito Lunes para desenfundar la palabra y la sonrisa 🙂
Mi padre me dijo: El amor nunca se malgasta, aunque no te lo devuelvan en la misma medida que uno se merece o desee…Sacaló fuera a raudales! me decía, abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones rotos se curan. Los corazones que no sienten acaban convertidos en piedra. La vida es un paraíso para quien ama apasionadamente. Es lo más bonito que nadie me ha enseñado sobre el amor, así que no hace falta ni buscarlo, solo con respirar una saca mariposas…Lo bueno de romperse, es que ya no te puedes romper más pero volando te recompones de nuevo. Por eso lo que más me ha gustado de tu nave Chester de esta semana ha sido como siempre la «Intro» y las emociones que salieron del Barco de Lolita. Del segundo entrevistado pues me pasa lo que con mucha gente, que no conozco así que simplemente me he limitado a escuchar…
Me quedo también con el verbo «Disfrutar» de este Chester, ya que frutar debe ser algo parecido a encontrarse una emoción que tiene ganas de vida y darle lo que pide…Vida. En este mundo de prisas se nos olvida «frutar» si acaso llegamos al «dis» y ahí nos quedamos…Nos olvidamos de que sonreír no engorda 🙂 y llorar no mata querido Risto. Así que el tiempo debe ser agua que no hay que conformarse con gastar, fluyendo el tiempo no existe…
CP: Buenas noches querido Risto, el tiempo se levanta arrugadito de tanto soñar. Creo firmemente que el tiempo hasta se dobla soñando. Canciones así paran el tiempo, las estaciones e impresionan del verbo «sentir». Hasta el próximo viaje, que lo intuyo emocional, Luz Casal es como un cielo que desenfunda estrellas despacito…No me perderé ese viaje, aunque para mi no exista el tiempo lo crearé, siempre guardo los mejores instantes en el cajón … 🙂
Si has tenido que llegara a los 40 para empezara valorar tu tiempo, es que no te han pasado muchas desgracias importantes. Cuando sucede algo trascendente en tu vida, es cuando te lo empiezasa plantear. Aunque te la sude nuestra opinión.
Curioso quantos en estos dias nos identificamos en lo que has «vomitado «sobre el papel ..no estamos solos ,menos pensar i mas sentir!
Preciosa esta narración con música de fondo.
Con el tiempo aprendes que el tiempo pasado no es perdido, que ha estado ahí para algo. Aprendes a reconocer, aceptar, agradecer y enfrentarte al miedo, ‘ese’ que no te permite decir ‘te quiero’ cuando te apetece. Aprendes a vivir con coherencia, a hacer lo que sientes, piensas y quieres hacer, no lo que los demás quieren que hagas. Aprendes que tu tiempo es muy valioso y lo compartes con quien realmente deseas y a quien no le guste…no es tu problema, eso no va contigo. Aprendes a no exigirle a la vida, sino a fluir con ella y dejarte sorprender. Aprendes a hacerte 100% responsable de lo que te ocurre, porque eres dueña de tu vida y sabes que nadie más que tu tiene el poder para decidir cómo te sientes. Aprendes a no tener que gustar a nadie, a mostrarte cómo eres, a ser tu auténtico yo. Aprendes a amar y disfrutar del presente, a dejar de ser víctima del pasado y a crear el futuro.
Gràcies Risto!!
Humanidad .es lo que en tu temperamento pierdes y humildad y compasion,es como unatkrmenta de arena que sale de tu ser,dejando fustracion y negatividad,en momentos que a ti te parece innovador,pero cabrones con lexico tambien los hay, no eres tan… unico, no es mi intencion ofenderte,la verdad a la cara como a ti te gusta.Y si la frase he perdido el tiempo se dice mucho,pero almenos tienes cerebro con buenas neuronas,no bebas tanto.. o mejor despues no bebas mas, es letal para ti,acabarias destrozado por ese estres y esa energia ignota que pulsa tu persona, te aprecio,por eso te aconsejo ,gimnasio,algo para quemar energias.ajedrez.ioga.paz con honor y ganas.
Tu averia, risto,reencuentrate con tu hijo,o sino,acabaras de escritor,alcoholico,con mal caracter, y con un pesimo gusto por la decoracion,rodeado de timismo,porque lo que se deja atras,siempre te alcanza ,porque te va haciendo mella en tu recuerdo. tu conciencia te da la solucion y al ignorarla tu mismo te vas envenenando,y tu autoestima se va desvaneciendo,lo que te lleva a vicios,.depresion.putas.ect
Me gusta leer tus artículos por que parece que vinieran a verme por una pequeña venta y sepan como estoy, y me digan: Aquí tienes aprende un poco más!!!. He perdido el tiempo… pero hoy me he dado cuenta que finalmente he ganado, me siento libre, con ganas de decir lo que realmente siento, lo que quiero hacer sin importar lo que los demás piensen de mi. Persiguiendo mis sueños, sin poner limites, sonriendo a pesar de los tiempos….Gracias por tu gran inspiración.
Todos hemos perdido tiempo, pero sin esa pérdida, no habríamos aprendido a valorarlo, y si no hubiésemos aprendido a valorarlo, no nos habríamos dado cuenta de que lo hemos perdido. Así que en el momento que sabemos que lo hemos perdido, lo hemos recuperado en cierto modo, dándole ese valor añadido que es poder valorarlo!
Me encantó leerlo. Me sentí muy identificada con lo que habías escrito, porque todos en algún momento de nuestra vida tenemos este sentimiento. Gracias Risto por escribir cosas así, nunca dejes de hacerlo. Me gusta la gente que habla claro y no tiene miedo de decir lo que piensa por lo que puedan pensar los demás.
En ese mismo instante me siento yo. Despues de dejar pasar 10 años «repanchingada»…dejando pasar…Ahora me levanto…me siento hasta mas alta…y me doy cuenta..que el mando del control lo tenía yo, debajo de mi culo.
Cerca de los 40, he entendido que «ayudar, amar, o acompañar» al «otro » no tenia que desgastar tanto. Mi energia la dirijo para mi y el que quiera «chuparla» que se me acerque. Que doy mas siendo feliz, que dando.
Hay una niña dentro de mi que quiere «jugar» «decir lo que piensa» «tocarlo todo» y ser mil veces irracional. Como tu dices, al que no le guste «que se prepare» que tiene Carol para rato.
Si os ha gustado este artículo teneis que ver la pelicula «Cuestión de tiempo». Es sencillamente genial..
Es curioso que algo tan cuantificable como es el tiempo, pueda ser a la vez algo tan impreciso.
Ha pasado mucho tiempo y ahí seguimos, sin saber por dónde seguir, eso es lo complejo. Yo he aprendido en este tiempo perdido que mis continuas peleas en la vida me pasan factura y me han hecho pelearme contigo por esas pérdidas de tiempo, me costaba aceptar que es necesario perderlo para verlo. Pero no te preocupes, con el tiempo voy aprendiendo, soy torpe, pero recuerda, una persona torpe no es una mala persona.
Y ya que veo que te gusta Mario, déjame que acabe con él, O sea necesito, digamos me hace falta tiempo sin tiempo… para estar contigo. Cuídate, mucho, el camino es largo y duro. Tarda todo el tiempo que necesites para volver pronto.
Pienso que es preferible en arrepentimiento de «haberlo luchado» ,que la duda del «que podía haber sido» .
Todo en nuestra vida es un duro y pesado aprendizaje…creo que sobra decirlo .
Del Libro Consecuencias de la tumba
Urruchua Pantaleoni
Nací en Pérez Millán, Argentina, en 1950 en el seno de una familia muy pobre y desestabilizada. Mi padre resero, llevaba vacas de un lado a otro, Me veía de vez en cuando, mi madre con un pastel mental que no se aclaraba. Un día decide separarse. Mi madre le otorga mi custodia a mi padre, yo apenas tenía cuatro meses.
Así comenzó mi historia,
Vivíamos en una casa muy precaria, cuando llovía los tarros que teníamos eran pocos para poner en las goteras del techo, hasta las ollas cumplían su función. Pero era muy feliz, sentía el amparo de mi padre. Después de un tiempo mi padre ya no estaba en casa, venia cada tanto a verme, por suerte tenía un amigo que éramos inseparables, yo me refugiaba mucho en él. Un día estábamos jugando en un campo de trigo donde un avión estaba fumigando, nos hacía gracia escondernos y que el avión pasase por encima nuestro, sin saber el peligro que eso tenía. Él tuvo la mala suerte de envenenarse y en muy poco tiempo falleció, ese fue el primer golpe de mi vida. Nadie se enteró del porqué de mi tristeza. Recuerdo que tenía el deseo de decirle a alguien algo que tenía muy dentro de mí, pero no pude hacerlo, no tenía a nadie. Ya tenía siete años cuando un día me encuentro con una tía y su hija de mi misma edad, yo no sabía que existían, me vio un poco flaco, abandonado y sucio y decidió llevarme con ella. Vivía en un pueblito muy pequeño llamado Castro. Su marido Mansilla, policía que se desentendía de mí, Mi tía me enseño a llamarle mamá, cosa que yo nunca había pronunciado. De un abandono total a una casa dónde no llovía, comida todos los días, dormir con sábanas, que yo no las conocía, una hermana y una madre,… Para mí era demasiado. Tantas cosas en tan poco tiempo, no podía entender por qué me habían pasado tantas cosas feas estando tan cerca de todo esto tan lindo. Tarde unos días en asimilarlo, ya por las noches no me sonaban las tripas de hambre. Ahí me di cuenta lo mal que vivía. Mi tía me dijo que existía un dios que nos cuida, me aferre a él con mis oraciones para que nunca me falte un amparo y alguien que me quiera y no pasar más hambre. Recuerdo que cuando me sobraba mi pan en las comida disimuladamente me lo ponía en el bolsillo y después lo escondía en algún lugar de la casa, para comerlo más tarde.,… Pero esta felicidad me duro pocos meses, Una noche noto un ambiente no muy agradable en la cena, no se cruzaban palabras en el matrimonio pero la vista estaba más clavada en mí. __-He hecho algo mal hoy?- Pregunté __ -No Juancito, no has hecho nada mal, respondió mi tía madre, Me tranquilizo un poco pero yo sabía que algo pasaba, ya había vivido situaciones similares en el matrimonio de mi padre. Esa noche recé mucho pidiendo lo de siempre, una familia y que me quieran mucho.
A las cinco de la mañana se enciende la luz de mi habitación y mi tía nos ordena a mi hermana y a mí a levantarnos que teníamos que viajar. Yo no entendía nada. Viajamos cerca de 2 horas y llegamos a la ciudad de San Nicolás. Fuimos a una casa muy grande. Cuando entramos veo a un señor escribiendo a máquina. Mi tía se acerca al señor y hablan en voz baja mirándome a mí. Se cruzaban mil cosas por mi cabeza: ¿Estaré enfermo y no me lo quieren decir? Ya no sabía que pensar. Estaba cabalgando entre lo bueno y lo malo. Terminan de hablar, mi tía firma unos papeles y se dirige hacia nosotros, nos levantamos con mi hermana ya para irnos, cuando mi tía, mi querida madre, me dice -Vos, Juancito te quedas, después te pasaré a buscar-. Me hice el fuerte pero en ese momento no aguantaba esa soledad, y lloraba en silencio. Después de unos minutos de una tremenda soledad el señor se levanta y me dice: __-Ven, te mostraré algo- Abre una puerta y veo en un patio muy grande muchos niños. Cuando vi eso me derrumbé, me puse a llorar desconsoladamente. Pensaba que era un error, y ahí me di cuenta que lo que avía hecho mi tía era abandonarme donde están todos los niños sin padres. Sentía tanta impotencia, mi ropa, mis cosas, mi hermana, mi madre, ¿cómo podía conseguir nuevamente todo eso? Era imposible para mí… Había perdido todo… ya no quería vivir.
Mi apellido ya no era el mismo. Cuando era feliz estando en la miseria, era Urruchua y después fui Mansilla Pantaleoni, Mansilla por el marido de mi tía que no tenía nada que ver conmigo. Lo único que habían logrado con esto es arruinarle toda la niñez a una criatura, dándole todo un mundo de fantasía y mentiras, que pensándolo bien no tendría que haber nacido. Éramos noventa niños con una soledad compartida. Después de convivir algunos meses con niños con mi mismo problema, Pensé que la vida era esa, hoy estas bien mañana estas mal pasado puedes estar peor, pero la cuestión es sobrevivir. Pensaba que el equivocado era yo, y que sufría porque era muy débil, pero mi debilidad me vencía. Todavía las echaba mucho de menos a mi madre adoptiva y a mi hermana, estaba dispuesto a dar parte de mi vida por estar con ellas. No me podía adaptar a esa vida. Los maestros no parecían maestros sino guardias de una cárcel. Eran duros y fríos. Juancito ya no existía, me llamaban Mansilla. Tuve varios cambios de reformatorio, así le llamaban: reformatorio, A los 9 años de edad, termine en el instituto Unzué. Para ese tiempo ya no sabía ni quién era, no me importaba nada ni nadie ya mi vida era otra, avía perdido todo el cariño. Se había borrado de mi mente todo, ya no quería a nadie. Ni había nadie a quien querer, ni creía en nadie. Tenía una amiga, entre comillas, que se encargaba de la cocina, se llamaba Angelita. Un día dejo de venir, pregunté que le avía pasado y me dieron la amarga noticia que se había arrojado debajo de un tren por problemas amorosos. La quería pero pensé que era parte de la vida. Ya no sufría, no era más ese niño frágil y llorón. Dentro de mi frialdad empezaba a ser feliz con el frio y cruel sistema de los reformatorios. Jugábamos a la pelota y en ocasiones nos caíamos y nos pelábamos las rodillas, ocultábamos el dolor y la herida para evitar el castigo. El castigo era, con un cepillo y jabón nos fregaban la herida hasta sangrar. Yo pensaba que esa gente que nos cuidaba odiaba a los niños y que ellos no tenían hijos.. Teníamos penitencia de rodillas toda una tarde y castigo con toallas mojadas. Terminábamos adaptándonos a ello. Vivía sin recuerdos ni ilusiones, antes de las torturas tenia momentos felices, pero eran momentos muy cortos. Una tarde cuando ya tenía once años estábamos jugando a la pelota, yo jugaba de portero y me tiran un pelotazo muy fuerte casi imposible de parar, me tiro y milagrosamente lo paré. Todo mi equipo me abrazaba, cuando veo que la directora viene en mi dirección. Yo pensé que me iba a castigar por tirarme así, se me acerca y me pregunta: Mancilla, __ ¿vos no Tenés familia?-__ No – Le respondí. __ ¿Cómo te llamaban en tu casa? ¿Te llamaba __Juancito? __ En ese momento me quede paralizado, no sabía que decir, me vinieron todos los recuerdos y llorando le respondi: __ Sí- __ Ven, que hay una persona que quiere verte-. ..Yo era el único niño que nunca nadie había ido a ver. No sabía qué hacer ni quién podía ser. Llegamos a su despacho, abre la puerta y veo a mi padre. Nos abrasamos y echamos a llorar los dos. Me contaba cosas que yo ya no entendía, yo no tenía que contarle, no podía hablar pero fue el momento más feliz de mi vida. Mi padre era un hombre muy bueno, callado, con muy buen carácter, yo lo tenía como el más fuerte. Al verlo llorar me sentí culpable y le decía que no pasaba nada, que no llore más. A pesar de estar tan decepcionado de la palabra de la gente creí en mi padre cuando me dijo: -No te preocupes Juancito, después te vendré a buscar-. Creí ciegamente que mi padre vendría por mí, no hizo falta ni despedirnos. Espere que él se marcharse, lo vi cómo se alejaba con los hombros caído, como cansado, él ya era mayor. Después me conto que me estuvo buscando por todos los reformatorios, la policía, le decía que yo no existía, después de varios meses de búsqueda llega al reformatorio Unzué, pregunta por Juan Urruchua y le dicen que no hay ningún niño con ese nombre, -lo que tenemos es, a un niño que nunca nadie ha venido a ver y su apellido es Mansilla- DIOS nuevamente se había acordado de mí. No sabía cuándo mi padre me vendría a buscar, pero yo sabía que de un momento a otro vendría. Éramos muchos niños, según nos informaban. Mi espera estaba llena de felicidad, no me importaba el tiempo que mi padre podría tardar. Mi padre ya me había hecho uno de los regalos más importantes de mi vida, me hizo recobrar todo lo feliz que había sido, y con eso no me importaba esperar. Además yo sabía que él no tenía dinero, porque siempre le costaba conseguirlo. Tardó cuatro meses en regresar por mí, pero yo lo estaba esperando sin sufrimiento. Le habían dicho que me traiga ropa y así lo hizo, pero el pantalón, la camisa y las zapatillas eran demasiado grandes. Igual me lo puse, salimos agarrados de la mano. Todavía hoy siento la sensación que sentí en ese momento. No quería mirar hacia atrás por si se habían equivocado en algo y me llamaban nuevamente. Cuando subimos al colectivo empecé a respirar tranquilo. Con mi padre aprendí a sobrevivir con menos que poco.
Me ha encantado tanto tu escrito que te he hecho éste homenaje. Gracias.