
Publicado el miércoles, 10 de febrero de 2016, en ElPeriódico.com.
«Escucho abochornado el discurso del presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, un tipo inteligente y afable con el que en su día compartí una acalorada charla sobre la piratería y que acabó como suelen acabar estas discusiones, cambiando de tema. El presidente de la academia de cine me confesó que no usaba ordenador, algo que en pleno cuarto lustro del siglo XXI suena tan coherente como un entrenador personal orgulloso de su sobrepeso, un dentista con los dientes amarillos o un adolescente sin Snapchat.
Pienso que siguen sin entender nada, porque siguen sin atacar a las fuentes del conflicto. Pienso que se equivocan y mucho al equiparar al usuario final con un delincuente, por mucho que les ampare la ley. También en la Gran Bretaña del S.XVIII fue aprobado el «Acta de la Ginebra», prohibiendo cualquier consumo de un destilado que se estaba cargando el país, y sólo sirvió para aumentar su interés, y por tanto, su contrabando. La diferencia es que aquella ley fue derogada tras sólo seis años de aplicación, en cuanto se dieron cuenta de que el consumo excesivo se debía a la depresión de sus habitantes por la insalubre vida que se había instalado en las grandes ciudades. Había que atacar la fuente del problema, no al usuario final. Sin embargo, aquí aún seguimos con la misma cantinela. Si pirateamos leyes, al menos que sea hasta el final.
La solución, —no la digo yo, la gritan desde hace años todos los expertos—, consiste en juntar ventanas de exposición legal. La experiencia de la industria de la música nos ha demostrado que se puede hacer negocio en cuanto se trabaja a favor del consumidor, y no en su contra. Facilitándole el consumo legal de los contenidos desde el mismo momento en que se estrenan. Ajustando de una vez los precios a la realidad de la distribución digital. Y cuando se pueda, dándole una razón extra para pagar más.
Y hablando de pagarla. Esta misma semana asistimos al no menos bochornoso episodio de los titiriteros procesados por «colaboración en enaltecimiento del terrorismo» en Madrid. Otro trabajo a medias que nos dejó la Transición. Una separación de poderes que se quedó corta, pues no debería haber sido entre tres, sino entre cuatro: ejecutivo, legislativo, judicial… y cultural. Independencia para la cultura y los creadores. Un espejo no depende de tus subvenciones para devolverte la imagen. Pues lo mismo ocurre con este espejo —a veces cóncavo, otras convexo— de nuestra sociedad al que llamamos cultura.
Por cierto, que Resines me debe una comida. Y yo se la debo a Pdro Snchz. Podrían quedar entre ellos y así cancelarse ambas deudas, uno a cuenta de un sueño del que sólo algunos ya despertamos, el otro a cuenta de la pesadilla que está siendo poder llegar a gobernar.»
¿Quieres recibir artículos como éste en tu buzón de e-mail? www.ristomejide.com
Es buena idea cancelar esa deuda, Resines y Sánchez cenando juntos, así «matas dos pájaros de un tiro». Y tú ideando un plan más divertido. ¡Saludos!
Faltaría decir el hecho de bajarse de lasnubes con los precios. NO puede ser que ir al cine, cueste tan caro. En los últimos años ha subido bastante el precio de las entradas, y ahora, yo como estudiante se me hace casi imposible el adquirir una entrada de cine, y no solo en el cine, en el resto de ámbitos, no puede ser que un disco o cualquier contenido adquirido de forma legal, cueste lo que cueste, es impensable, cuando antes por lo mismo pagábamos inlcuso la mitad… Los precios están desorbitados, subidos, por las nubes, y hasta que no se den cuante que es mejor ganar muchos pocos, que pocos muchos, la cosa está curda, porque yo en mi caso, no me puedo permitir pagar por muchos de los contenidos que pagaría tranquilamente y sin problema, pero su precio es inalcanzable para mi, y no me lo puedo costear, así que acabo buscando alternativas donde sí conseguirlo.
En definitiva, quienes se dan contra el muro son ellos, por estar en contra del cliente, en lugar de a favor.
De la mitad del texto, más o menos, hasta el final. Porquería, todo lo anterior, brillante como casi siempre.
Un fuerte abrazo.
Como siempre leo en diagonal. Más vale una imagen que mil palabras. He practicado y practico la piratería casera (no el top manta).
Pero cuando voy a un concierto (muchas veces gratuito) de gente que sobrevive como puede al margen de la industria, sí compro sus discos, aunque me han llegado a «avisar», el mismo grupo, juventud inocente, que si quiero puedo bajarme la música gratis y legalmente en tal o cual web.
Nota: que se me entienda bien, por favor, tengo una edad y cierta seguridad económica (pequeña economía pero segura). Quiero decir que no critico en absoluto los que, no pudiendo, sí bajan su música, ¿eh? es simplemente mi manera de ayudar (sin caridad, con solidaridad) a cantidad de gente a la que vale la pena tener en cuenta, porque además lo hacen de puta madre!
Por cierto: prefiero el cine que la televisión. Pero los precios…….. Joder……. y la poca programación digamos «clásica»….
Fuimos una noche a cierto cine de Barcelona a ver Gone with the wind; la sala a reventar y mucha, mucha juventud. Una maravillosa e increíble experiencia colectiva. No hablo de estar reponiendo continuamente películas digamos antiguas, pero una cierta cartelera de reposiciones no tan marginal como la actual en Barcelona no estaría mal, creo que nada mal, viendo la cantidad de juventud que acude a cursos de cine (no de hacer cine, sino de cine).
No usaba ordenador ¿¿¿¿¿??????, la pantalla del cine como monitor y las butacas como teclado, es lo único a imaginar.
Pero, ¿cuándo en este bendito país se atacan las fuentes o la raíz de un problema? ¿Cuándo? Siempre se trata de derivar, postergar, culpar pero nunca analizar de manera coherente los porqués. Se aburguesan en sus puestos de «presidente de la noséque», «representante del nosécuantos», «secretario del yoquesécual» y ya con eso y cuatro palabrejas altisonantes creen o pretenden aleccionar al ciudadano. Pies en tierra y menos verborrea les hace falta a esta gente.